El filósofo Paul B. Preciado desgrana conceptos como quien charla informalmente en un bar. Habla rápido, con empatía. Relaciona con soltura polémicas de actualidad -la tramitación de la ley Trans de España o las fake news de la ultraderecha- con los conceptos que esboza en 'Dysphoria Mundi' (Anagrama). Los textos, atravesados por la pandemia, mezclan diagnósticos teóricos sobre la crisis múltiple del mundo con relatos íntimos, poesía o sueños, como uno en el que nadaba por el estrecho de Gibraltar rumbo a África, rodeado de miles de personas que huyen de Europa.

Tras haber padecido el covid largo y haber perdido los sentidos, Paul se refugió en una cabaña de Córcega, para "volver a aprender a escuchar, a oler". En uno de los capítulos más emotivos, narra como conoce a Sygma, una mujer trans italiana, y cómo hacen el amor en aquella cabaña: "Al convertirnos en trans, habíamos dejado de ser homosexuales, sin habernos vuelto heterosexuales". El libro concluye con una optimista 'Carta a les nueves activistes' en la que Preciado confiesa "haber envejecido brutalmente" y haber perdido la vitalidad de una juventud que "parecía incuestionable". Está convencido: los "anarcomutantes" (ecologistas, antirracistas, transfeministas...) ganarán la batalla.

En 'Dysphoria mundi', Paul B. Preciado, uno de los grandes iconos trans del planeta, describe conceptos como 'petrosexorracial' (machismo colonial basado en los combustibles fósiles) o 'somateca' (el cuerpo como territorio de lucha). El filósofo considera que vivimos en un brutal cambio de paradigma. La caída de las estatuas de esclavistas reordena la narrativa urbana. Los estados tecnopatriarcales que firmaron la Declaración de Ginebra en 2020 (32 países) persiguen el aborto. La izquierda tradicional rezuma transfobia. "Los úteros libres del planeta" están en rebeldía permanente. Paul defiende "el optimismo revolucionario de la infancia" como método.

Se contagió justo antes del confinamiento. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos?

Me metí en la cama en el siglo XXI y salí de la cama en el siglo XXII. Tuve covid largo y perdí la visión de un ojo. Perdí la conciencia de lo que estaba sucediendo: el confinamiento como dispositivo político. La persona que estaba a mi lado en el hospital, de 37 años, murió con el móvil en la mano, sin que yo pudiera decir nada. Me hice consciente de la fragilidad de mi cuerpo. Me encontré en un aislamiento total. Se había producido un fenómeno de individualización de la enfermedad, que impedía cualquier red de solidaridad o de politización. Me pareció terrible. Yo, que me he pasado toda la vida rodeado de redes políticas, me encontré en una situación de radical privatización. Lo viví con terror.

Perdió el olfato, el sabor, el gusto, la agudeza visual. Una de sus frases relaciona esa "hiposensibilidad" con el neoliberalismo: "La enfermedad se presenta como una traducción somática de la individualización extrema del neoliberalismo"

Aunque yo no hubiera vivido una vida neoliberal, podía morir una muerte neoliberal. Escribí el libro de manera cotidiana, para entender lo que estaba sucediendo y resistir a la realidad. Era un laboratorio a escala real, narrado con los discursos médicos. La salud pública se convierte en el brazo derecho del neoliberalismo.

Con un lenguaje militar de guerra al enemigo. La extrema derecha definió al virus como extranjero. Ortega Smith, de Vox, llegó a hablar del virus chino y de los anticuerpos españoles...

El virus siempre es extranjero, ¿no? Yo había acumulado una serie de instrumentos teóricos. Las tecnologías de la muerte que habían afectado durante la crisis del Sida a ciertos cuerpos que debían ser normalizados se estaban extendiendo a la totalidad de la población. Yo, como una especie de médico de urgencias queer, dije: "Señores normales, es la primera vez que os tengo que contar algo que os interesa tanto a vosotros como a nosotros". No me dirijo al lector como homosexual, como trans, sino como disfórico.

Llegamos al concepto central del libro, la disforia. "Tuve que declararme loco", escribe. Declaró que su mente (masculina) estaba en guerra con su cuerpo (femenino). Tuvo que aceptar el diagnóstico de "disforia de género". Ahora, resignifica la noción de disforia. Las disforias dejan de ser patologías psiquiátricas para convertirse en formas de vida de un nuevo régimen...

A partir de los setenta, cualquier espacio social es potencialmente disfórico. Hay disforia de género, alimenticia, familiar, social... Una extensión de la enfermedad mental a todo. Desde la infancia ya eres disfórico. Te administran algo para que te vayas mejorando y... te conviertes en adicto. A partir de los setenta la locura deja de ser una enfermedad mental y se convierte en un lugar político. Le arranco a la psicología, al psicoanálisis y a la psiquiatría esa captura gigante que han hecho de la sexualidad, la subjetividad, los sueños, el deseo.

Le preocupa la tecnovigilancia que las grandes compañías de Internet y los gobiernos ejercen sobre las personas. ¿La gestión neoliberal de la pandemia ha acelerado la tecnovigilancia?

Lo que me interesa es cómo el capitalismo global muta hacia un capitalismo cibernético en el que las formas de control son digitales y farmacológicas. Durante el covid todas las hipótesis que yo llevaba elaborando sobre los cuerpos homosexuales, trans, racializados, indígenas, migrantes, se expanden a toda la sociedad. El confinamiento rompió las redes analógicas y aisló al cuerpo, forzándolo a una digitalización compulsiva.

Aunque habla de la era Facebook-Trump-Bolsonaro-Putin, también define como autoritarios a gobiernos como el de Macron en Francia. De hecho, denuncia la vigilancia en otro sentido: "Cuanto más consumimos y más sanos estamos, mejor somos controlados".

Siempre habíamos pensado que había opresión en los espacios de sexualidad, en los márgenes, y que en la norma no había opresión. Paradójicamente, donde la norma funciona es donde la vigilancia y la opresión es mayor, porque el capitalismo cibernético funciona colonizando, capitalizando y privatizando. En la norma, la captura es total.

Esto se cae. La cuestión es cómo se va a caer. No es tan fácil de diagnosticar. Estamos en un cambio de paradigma que es tan complejo como el del siglo XV con la colonización"

Habla de un cambio de paradigma, de un "giro epistémico" (una nueva forma de producir conocimiento), algo comparable al fin del imperio romano y el inicio del cristianismo. ¿La pandemia es el gran parteaguas de la edad contemporánea?

Esto se cae. La cuestión es cómo se va a caer. No es tan fácil de diagnosticar. Estamos en un cambio de paradigma que es tan complejo como el del siglo XV con la colonización. Para poder cambiar de paradigma hay que fabricar un nuevo cuerpo, para someterlo a un nuevo conjunto de regulaciones. No hay mejor manera de hacerlo que mediante una pandemia. En la colonización la sífilis permitió a la modernidad colonial inventar el cuerpo blanco de la buena madre burguesa, del buen reproductor. El cuerpo nacional. El sida y el sovid son las pandemias del nuevo paradigma del capitalismo cibernético. Pero también podría ser una gran oportunidad revolucionaria.

Define el confinamiento como algo que "permitió tomar conciencia de un presente apocalíptico". Escribe: "ha sido un año de colapsología y astrología". Es paradójico que, a pesar de la veneración a las vacunas, se haya multiplicado el interés por lo esotérico, por el I-ching, por lo chamánico, la astrología, el tarot. ¿Necesitábamos colapsar para dejar de confiar plenamente en la razón?

De repente, aparece una proliferación de discursos disidentes. Como no tenemos ni idea de lo que está pasando, bueno, pues... un poco de I-ching, un poco de cartomancia... Es un clásico histórico. Quién hubiera podido imaginar que el imperio romano iba a colapsar por un tipo que se había subido a un cruz... Era una narración de ficción totalmente delirante y minoritaria, que permitió el cambio en el sistema de producción y reproducción del imperio romano. Algo similar es lo que está sucediendo ahora. Frente a los discursos científico-técnicos hibridados con el capitalismo productivo, mi apuesta es una proliferación delirante y ambiciosa de discursos.

¿En qué sentido?

Hay que echarse al ruedo con una ficción política y especulativa. Por qué no, las formas de vidas alternativas de la resistencia indígena, trans o queer, podrían convertirse en nuevos lenguajes de invención de realidad.

La tecnología nos vigila, pero también nos acerca. Durante la pandemia se acercó a sus padres tras una vida de desencuentros. Hablaba con ellos a diario. ¿Cómo fue ese proceso?

La relación con mis padres siempre ha sido muy difícil. Ellos vienen de un contexto muy conservador, de Burgos, de un cultura agrícola. Ha habido mucha aflicción y mucha distancia. Últimamente están mutando, están cambiando de paradigma. Es muy bonito verles mutar. Mi madre tiene casi 80 años, mi padre, 92. Estamos viviendo la infancia que no habíamos vivido. La sociedad conservadora y nacionalcatólica en la que yo nací me privó de mis padres, y a ellos les privó del posible amor que yo pudiera darles. Nos separó. Para mis padres era aberrante tener un hijo como yo, y para mí era imposible tener unos padres como ellos. Ahora nos hemos reconciliado desde otro lugar.

Con 80 años, mi madre va a reuniones con otras madres que tienen hijos trans. Se han colectivizado, se han repolitizado. Mis padres eran de derechas y de repente votan a Podemos"

¿Desde qué lugar?

Mi madre ahora me dice: si yo hubiera sabido que todo esto era posible, que vivir como tú vives era posible... Nuestra relación está basada en la compresión de haber hecho un camino, de haber resistido. A veces nos vemos los tres, y son momentos muy frágiles… porque están mayores, el covid ha hecho sus estragos, yo he estado enfermo. Con 80 años, mi madre va a reuniones con otras madres que tienen hijos trans. Va a allí contando su experiencia. Se han colectivizado, se han repolitizado. Mis padres eran de derechas y de repente votan a Podemos.

En el libro se define como "ex". Exmujer, exlesbiana, exhomosexual, exoccidente, exnietzscheniano, exfeminista, exlegetebista, exidentitarista...

El "ex" tiene que ver con ese cambio de lo binario. Ya no se trata de ser homosexual para no ser heterosexual. Excedes lo binario y empiezas a ser "ex" todo

El objetivo que tenemos ahora no es una batalla por la definición de la categoría mujer, sino por la definición y expansión del horizonte democrático"

¿Qué piensa del retraso de la Ley Trans que prepara el gobierno de España y del boicot explícito ejercido por parte del PSOE?

Muchas de las batallas del feminismo histórico se gestaron en el feminismo negro. En cuanto las feministas blancas tuvieron ciertos privilegios, los protegieron frente a las mujeres negras, y las excluyeron. Se defienden como si fueran privilegios naturales de las mujeres. Ese feminismo es minoritario. Los discursos fascistas, neofascistas y neopatriarcales están instrumentalizando a ese feminismo para que luche contra los movimientos trans, algo absolutamente perverso. Vox no habría podido imaginar un modo mejor para luchar contra las políticas trans que la defensa naturalista de los privilegios de las feministas. No veo ninguna diferencia entre las feministas socialistas, el lenguaje nacionalcatólico del arzobispado y los lenguajes de Vox. El objetivo que tenemos ahora no es una batalla por la definición de la categoría mujer, sino por la definición y expansión del horizonte democrático.

En su libro recuerda que los zapatistas hablan de los dos vacíos de la izquierda tradicional: "los grupos indígenas" y "las minorías sexuales y de género". Hace poco, vimos a Josep Borrell, pieza clave de la socialdemocracia europea, decir que "Europa es un jardín y el mundo una selva" sin despeinarse, replicando todos los clichés del colonialismo...

El lenguaje de la derecha tradicional y la izquierda tradicional acaban encontrándose en una especie de naturalismo patriarco-colonial. La verdadera oposición está entre eso y otras formas no binarias de pensar la vida. Los lenguajes indígenas son no binarios. No oponen lo animal a lo humano, lo vegetal a lo animal, ni siquiera lo masculino a lo femenino, por que tienen otras cosmogonías. Esta oposición derecha e izquierda no deja de estar dentro de los parámetros patriarcales y coloniales de la modernidad.

Dedica un capítulo al fuego que arrasó la catedral de Notre-Dame de París. Nada más convertirse en alcalde de Madrid, circuló un vídeo de José Luis Martínez-Almeida en el que explicaba a unos niños en un colegio que había que destinar fondos a reconstruir Notre-Dame y no a conservar la Amazonia, "porque compartimos valores".

Las ruinas de Notre-Dame cobran otro sentido cuando lo lees fuera de esas taxonomías patriarco-coloniales. Las puedes relacionar con la colonianidad, con lo nacional católico, con el europeísmo. Se conecta con la caída de las estatuas, con otras ruinas, que nos hacen comprender que el capitalismo contemporáneo cibernético... es una situación de ruinas.

Los filósofos nos movemos habitualmente con lo 'fake'. Nos interesa saber cuáles son las tecnologías de legitimación de lo 'fake'. Cómo algo que es 'fake' llega a convertirse en realidad"

Asegura que la extrema derecha "elabora falsos enunciados y cuestiona el poder con saberes desautorizados, narraciones anticientíficas y relatos locales". Al igual que hacen las minorías, cuestionan el paradigma de la modernidad, pero para restaurar autoritarismos arcaicos... y usando fake news.

El no saber muy bien qué está pasando provoca las fake news. Los filósofos nos movemos habitualmente con lo fake. Nos interesa saber cuáles son las tecnologías de legitimación de lo fake. Cómo algo que es fake llega a convertirse en realidad. Hoy estamos luchando por cuáles son las ficciones, las modalidades de lo fake que van a construir el futuro. Cuando un paradigma deja de ser eficaz, cabe todo lo fake y aparecen bricolajes de otros lenguajes.

La utopía también es fake, pues...

¡Exacto! Absolutamente. Esa es la batalla.

¿Cómo conectar las luchas identitarias?

Esas luchas identitarias han sido modeladas según las lógicas de la modernidad. Blanco-racializado, hombre-mujer, heterosexual-homosexual, centro-periferia. Todas esas lógicas han fragmentado nuestras luchas. Falta transversalizarlas, planetarizarlas, y una relación transversal con lo no humano. Falta ponerlas en diálogo. Pero no a través de Twitter, sino a través del cuerpo, que es un lugar de relacionalidad.

¿Y cómo sería ese Parlamento de los Cuerpos Vivos del que habla en el libro, con cuerpos humanos, ríos, plantas, animales...?

La forma tiene que ser inventada. Deberíamos hacer una especie de parón. El Covid mostró que era posible parar el capitalismo. Podemos pararlo todo e intentar imaginar cómo sería posible otra forma social no regulada por tecnologías de la muerte.