Un best-seller incombustible

'Sin novedad en el frente', la madre de todas las novelas antibélicas, apunta a los Oscar

A casi 100 años de su publicacion, la novela se mantiene firme en las librerías aupada por una nueva adaptación a Netflix que ha cosechado nueve nominaciones

Una escena de la última adaptación, la primera alemana, de ’Sin novedad en el frente’.

Una escena de la última adaptación, la primera alemana, de ’Sin novedad en el frente’. / EPC

Elena Hevia

En pleno conflicto de Ucrania y mientras Alemania envía tanques Leopard a la contienda ampliando y consolidando la implicación europea, la Academia de Hollywood sitúa entre las grandes candidatas al Oscar ‘Sin novedad en el frente’, nueva adaptación de la novela de Erich Maria Remarque -servida por Netflix y esta vez facturada por primera vez en Alemania-, de la que quizá fue la novela más influyente, por popular, del periodo posterior a la Primera Guerra Mundial. Un libro que entonces se enarboló frente al belicismo imperante, convertido desde su aparición en 1928 en un éxito internacional instantáneo y sin precedentes. Ahora ‘Sin novedad…”, la novela, que sigue manteniendo bien el tipo en las librerías casi 100 años después, vuelve de nuevo a lanzar su mensaje pacifista en un momento en el que Europa parece necesitar reflexionar sobre ello.

Si la Gran Guerra no hubiera estallado, Erich Maria Remarque, alemán de ascendencia franco-católica, posiblemente hubiera acabado siendo un oscuro maestro de escuela. Pero fue llamado a filas en 1916. La leyenda dice que participó en la primera línea de fuego y que recibió incluso una cruz de hierro, una versión algo exagerada que el autor nunca se encargó de desmentir. Lo cierto es que fue herido en la retaguardia por un proyectil de artillería y apenas vio la acción directa. No fue carne de cañón pero sí un testigo de excepción. Su larga estancia en la enfermería le permitió conocer de primera mano las experiencias de sus compañeros de filas, víctimas de aquella tecnología letal que hundía las armas químicas y el uso de la artillería y las ametralladoras modernas en las fangosas trincheras. Aquella guerra mundial, que años después pasaría a numerarse como primera, caló a fondo en el imaginario público. La guerra dejó de ser, quizá por vez primera, un juego entre caballeros.

Tras licenciarse, Remarque pasó una década trabajando en periódicos deportivos y vendiendo lápidas, algo que tras la masacre bélica era un negocio bastante lucrativo. Y mientras tanto escribía una novela sobre las experiencia del recluta Paul Bäumer, un chico inocente, recién abandonada la adolescencia, que tras soñar con participar en una gesta heroica se va dando cuenta paulatinamente del horror y el sinsentido del combate. El lector le acompaña con el corazón encogido.

Demasiado personal

“Un día comencé a escribir. Yo tenía el material y solo quería poner orden. Pero durante mucho tiempo dejé lo que había escrito tirado en un cajón. El libro me parecía demasiado personal”, escribió aturdido, como excusándose, ante la asombrosa acogida del libro. Fue un éxito editorial instantáneo aunque Billy Wilder, que entonces vivía en Berlín, no anduvo muy avisado cuando dijo: “Estamos en 1928. ¿Quién quiere leer una novela sobre la Gran Guerra?”.

Solo los primeros tres meses vendió medio millón de ejemplares en Alemania, los primeros de los 20 millones que llegaron a facturarse en todo mundo. Se tradujo rápidamente a 30 lenguas. Hollywood se lanzó a adquirir los derechos y en 1930 Lewis Milestone hizo una versión lacerante y poética que arrasó en los Oscar. La imagen de las manos segadas y atrapadas en una alambrada es todavía hoy difícil de olvidar. En España la primera traducción es instantánea, de 1929, y hoy puede encontrarse en los sellos Edhasa y Navona.

Odiada por los nazis

Aquella obra actuó como catalizador para la sociedad alemana. Una especie de santo y seña para definir ideologías, aunque Remarque, cuidadoso, solía insistir en definirse como apolítico. Para el ascendente nacionalismo, aquella repulsa contra la guerra que miserabilizaba las batallas y no retrataba a los franceses como anónimos enemigos -hoy diríamos que zombificándolos-, aquella novela fue anatema. El nazismo colocó al autor en la lista negra.

Durante el estreno de la película americana en Berlín, en 1930 Goebbels mandó a sus soldados de asalto a que lanzaran bombas fétidas y ratones en las plateas, amén de coreografiar diversas manifestaciones contra el “antipatriotismo” del autor. También lograron que se retirara la novela de todas las bibliotecas escolares en Prusia. Hoy es lectura obligada en los colegios alemanes. No es extraño que, cuando llegaron al poder, ‘Sin novedad en el frente’ fuese uno de los libros que alimentaron las hogueras en 1933. 

Pocos meses antes, Remarque había decidido huir a Suiza y más tarde a Estados Unidos donde le recibieron con los brazos abiertos. La industria del cine se aprestó a adaptar buena parte de las novelas que siguió publicando, entre ellas ‘Tres camaradas,’ en cuyo guion trabajó Scott Fitzgerald en los años más oscuros y dolorosos de su paso por Hollywood-Babilonia.

Erich Maria Remarque.

Erich Maria Remarque. / WIKIPEDIA

'Playboy' depresivo

Introvertido y propenso a la depresión, el alemán, convertido en millonario de la noche a la mañana y requerido por todos los saraos del momento, se reencarnó entonces en una especie de ‘playboy’ para alegría de las cotillas de la industria del cine que relataban, con la atención que hoy se presta a Shakira y Piqué, sus andanzas amorosas con divas como Hedy Lamarr, Dolores del Río y, sobre todo, con Marlene Dietrich, con quien mantuvo una complicada relación entre 1937 y 1940 que dio pie a una correspondencia, desvelada y publicada en el 2003. En ellas, la fogosa prosa de Remarque –un tipo muy apasionado- con la que intentaba deshacer el hielo de la actriz. 

El autor escribió otras novelas como ‘Tiempo de amar, tiempo de morir’, que dio pie al encendido melodrama de Douglas Sirk. Y acabó escondiendo su talante huraño en Suiza, en compañía de su segunda esposa, la actriz Paulette Goddard. A su muerte en 1970, algunos críticos negaron su valía literaria, aquello que Stefan Zweig dejó escrito en la faja de ‘Sin novedad en el frente’ como reclamo: “Una obra de arte perfecta y una verdad incontestable al mismo tiempo”. Quizá esa novela incombustible pueda ser considerada hoy “efectista”, “anticuada” y un punto kitsch para ser reclamada como “perfecta”, pero no se le puede negar haber sabido reflejar el rostro más humano y doloroso de una guerra. De cualquier guerra.

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