Novedad editorial

Les Luthiers, el grupo que se rio de su sombra

Carlos Núñez Cortés, excomponente histórico de la agrupación argentina que en su día inventó un género con sus diálogos satíricos, su mezcla de estilos musicales y sus instrumentos inventados, recorre cinco décadas de trayectoria en el libro ‘Memorias de un luthier’

Carlos Núñez Cortés, excomponente histórico de la agrupación argentina.

Carlos Núñez Cortés, excomponente histórico de la agrupación argentina. / DAVID ZORRAKINO

Jordi Bianciotto

Su orquesta de instrumentos hechos por ellos mismos, tales como el serrucho, la pipa de agua, el tubófono, el ‘gom horn da testa’ (suerte de trompeta montada sobre un casco) o la bocineta, logró desde el principio su gran objetivo: “asombrar al público”. Y deleitarlo con su inmisericorde sentido de la mofa y la befa, sobre todo de las cosas más serias, como la solemnidad de la alta cultura o el propio carácter argentino. “Era inevitable, porque uno se burla de lo que frecuenta”, cuenta Carlos Núñez Cortés, integrante histórico de Les Luthiers que, tras “bajar del escenario” en 2017, publica en España ‘Memorias de un luthier’ (Libros de Kultrum).

Un texto minucioso que se asienta en el recorrido por 50 obras discográficas de Les Luthiers y las abundantes revelaciones (jocosas, muchas de ellas) sobre las interioridades de este grupo incomparable a ningún otro. Un combo que comenzó a andar allá por 1964, primero bajo el nombre de I Musicisti, cuando a propuesta de su primer ideólogo, el ya fallecido Gerardo Masana (nieto de inmigrantes catalanes), se aventuró hacer una parodia de la ‘Pasión según San Mateo’, de Bach, cambiándole la letra y poniéndole el texto de un laxante. “¡Un sacrilegio!”, se admira todavía Núñez Cortés.

Burla de la pomposidad

Así salió su ‘Cantata laxatón’, número irreverente que ellos procedieron a ejecutar del modo más heterodoxo. “Las cantatas se acompañan de un órgano o una orquesta, y como nosotros no teníamos nada de eso, construimos los instrumentos con elementos cotidianos como mangueras, globos, cañas…, que afinábamos como podíamos”. Todo ello rezumaba cierto pitorreo a costa de “la pomposidad y el elitismo de la cultura”, explica el pianista.

Todos ellos eran músicos con base académica y conocimiento de los catálogos tanto clásicos como folclóricos, y eso se proyectó en su repertorio, que alternaba la cita operística con el tango, la chacarera o la bossa nova, incorporada esta “tras oír cantar cada noche a Vinícius de Moraes, Maria Creuza y Toquinho” en los programas dobles en Mar del Plata y Punta del Este. No se achantaron ni siquiera ante la música de vanguardia: “Atlantic 3,1416 (Obertura trágica)’, pieza consistente en “una serie de ruidos espantosos que terminaban con un choque de ferrocarril” y que venían a proponer una “parodia de la música concreta” (y del compositor suizo Arthur Honegger).

Parodia de la izquierda

Núñez Cortés se regodea todavía al recordar todos esos sketches y ocurrencias, incluido aquel tema con fondo político, ‘El valor de la unidad’, caricatura sobre las divisiones infinitas de los partidos de izquierdas. “Lo terminábamos cantando los seis por separado, con seis letras distintas que convergían en la palabra ‘unidad’”, evoca sin reprimir la risa. “Y cada grupo se iba haciendo más pequeño, pero con el nombre más largo”. En otro sentido, la ‘Pieza en forma de tango’ apuntaba a “esa cosa terriblemente edípica que tienen los tangueros con la madrecita”, cavila. Composición que, como las demás, atribuyeron a un ‘alter ego’ colectivo llamado Johann Sebastian Mastropiero.

Tampoco se corta Núñez Cortés al recordar el calamitoso debut de Les Luthiers en Barcelona, en el teatro Poliorama, en 1974. “Estuvimos por lo menos un mes, y no vino nadie: diez, veinte personas por función”, asegura. Pero la posterior difusión de sus discos en formato casete, que comenzaron a correr de mano en mano, los llevó a llenar a partir de los años 80 salas como el Tívoli o el Palau d’Esports.

La despedida

Él se dio de baja del grupo en 2017, por su 50º aniversario. “Estaba cansado, tenía problemas lumbares”, revela el músico, que en octubre se convirtió en octogenario. En aquel momento propuso a sus compañeros anunciar un gran concierto de despedida, en el bonaerense Obelisco. “Me miraron con una cara que no olvidaré, y me di cuenta de que estaba solito en esa cruzada”. Ya había desaparecido otro de los pioneros, Daniel Rabinovich (2015), “el más cómico, el más Cantinflas”, y cinco años después fallecería Marcos Mundstock, “el hombre de los guiones, de la carpeta roja”.

Y Les Luthiers han seguido en marcha hasta hoy, con dos históricos en sus filas, Jorge Maronna y Carlos López Puccio. “No comparto la experiencia que están haciendo ellos ahora”, confiesa sin voluntad de ir más allá. Sus viejos colegas afrontan, ahora sí, una gira de adiós que les traerá pronto a Barcelona (4, 5 y 6 de julio, Auditori del Fòrum), y ha contado con su visto bueno para publicar este libro. “Después de todo, sigo siendo un luthier”.

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