Entrevista |

Sergio Serrano: «'La mancha' nos muestra partes luminosas y oscuras de nuestra sociedad»

El Teatre Principal de Castelló acoge los días 18 y 19 de enero la representación de La mancha, obra del autor segorbino y última producción propia del IVC

Sergio Serrano es uno de los autores y directores teatrales con mayor proyección en la actualidad.

Sergio Serrano es uno de los autores y directores teatrales con mayor proyección en la actualidad. / Lola Flor

Eric Gras

Eric Gras

Sergio Serrano es un dramaturgo, director y guionista que poco a poco va abriéndose camino en la escena teatral valenciana y nacional gracias, principalmente, a su trabajo con las compañías La Zafirina y El Gatopardo, donde ha escrito, dirigido y producido obras como Los que comen tierra, El artefacto y Chucho. Los textos del segorbino han sido publicados en editoriales como Artezblai, Primer Acto y Ediciones de la Generalitat Valenciana.

Su última creación, La mancha, es una producción propia del Institut Valencià de Cultura (IVC), una tragicomedia que explora los conceptos de realidad y deseo a través de la historia de una familia que descubre una mancha en la pared de su cocina, lo que desencadena reflexiones sobre sus miedos, anhelos y la incomunicación. La obra fue escrita en el Laboratorio de Dramaturgia Josep Lluís Sirera y cuenta con la dirección conjunta del propio Serrano junto a Marcos Sproston, con la mirada externa de Roland Schimmelpfennig. El elenco está compuesto por actores valencianos, incluyendo a Pep Ricart, Mafalda Bellido, Ernesto Pastor, María Covadonga y Alberto Martín de Miguel.

Tras su estreno en el Teatro Rialto de València en noviembre de 2024, La mancha llegará al Teatre Principal de Castelló los días 18 y 19 de enero, ofreciendo al público castellonense la oportunidad de disfrutar de esta producción del IVC que combina talento local y una narrativa profunda sobre la familia y el derecho a soñar. 

Pep Ricart, Mafalda Bellido, Ernesto Pastor, María Covadonga y Alberto Martín de Miguel conforman el reparto de 'La mancha'.

Pep Ricart, Mafalda Bellido, Ernesto Pastor, María Covadonga y Alberto Martín de Miguel conforman el reparto de 'La mancha'. / MEDITERRÁNEO

La mancha aborda temas profundamente humanos como los miedos y anhelos. ¿Qué te inspiró a escribir esta pieza y cómo se conectan estos temas con tu trayectoria personal o artística?

La obra nació en el Laboratorio de Dramaturgia Ínsula Dramataria Josep Lluís Sirera del IVC bajo los conceptos de La realidad y el deseo. Con esta idea me topé con Las caras de Bélmez y me pareció interesante la anécdota de la aparición de una pequeña mancha en la pared para hablar sobre todo aquello que deseamos y también sobre los miedos y anhelos, en este caso, de una familia que no se comunica y que juega, por una vez, a hablar de lo que nunca hablaron. Me interesaba que por otra parte esos miedos, anhelos y deseos humanos de esa familia funcionaran como reflejo de la sociedad en la que vivimos.

«La obra habla sobre todo aquello que deseamos y también sobre los miedos y anhelos»

Tu obra se ha desarrollado en el marco de una producción del IVC. ¿Cómo influyó este contexto institucional en el proceso creativo? ¿Qué aspectos del trabajo destacas?

Trabajar en el teatro público aporta recursos a la producción con los que normalmente no cuentas cuando trabajas con tu compañía en el sector privado. Puedes desarrollar el proyecto con más tiempo y más recursos. En el caso de La mancha nos interesaba mucho trabajar a partir del texto y la interpretación y pudimos dedicar mucho tiempo a trabajar con los actores y a investigar cómo debía contarse esta historia. El equipo hizo un trabajo muy bueno poniendo la obra, lo que se pretendía contar y el código que queríamos usar en el centro; y todo el mundo remó en esa dirección. Tantos los actores y actrices como el equipo técnico aportaron grandísimas ideas al montaje gracias al tiempo que pudimos dedicarle al proyecto.

Has pasado por distintos laboratorios de dramaturgia y programas de desarrollo teatral. ¿Cómo ha evolucionado tu forma de escribir y dirigir desde tus primeras obras hasta La mancha?

Por suerte, desarrollar diferentes textos en muchos laboratorios me ha permitido conocer dramaturgias distintas, tener tutores y tutoras con mucha experiencia en el teatro textual y con maneras de entender el texto muy distintas. Todo esto ayuda muchísimo a descubrir textos que desconocías, tener feedbacks que ayudan mucho y a de algún modo probar cosas nuevas en la escritura. Yo siempre quise escribir teatro y fui conociendo lenguajes muy distintos dentro de la literatura dramática e intentando investigar o probar la libertad que tiene la escritura teatral. Siempre quería mezclar diferentes códigos dentro de las propias obras y en cada una de ellas ha ido evolucionando de una manera natural. En La mancha hay un juego textual complejo que no habría podido escribir si no hubiera escrito las obras anteriores. De algún modo el lenguaje va evolucionando a medida que escribes, ensayas y estrenas obras. 

La mancha, que ya estrenaste en el Rialto de València y que aterriza ahora en Castelló, parece interpelar al espectador de manera muy íntima. ¿Qué emociones o reflexiones esperas despertar?

Creo que La mancha esconde muchas lecturas distintas y nos muestra partes luminosas y oscuras de nuestra sociedad y de nosotros mismos. Esta familia nos cuenta la historia directamente a los que nos sentamos a verla y desde un tono de comedia nada realista, que esconde mucho de real, podemos vernos reflejados a distintos niveles humanos y sociales.

«Se necesitan recursos que apoyen la dramaturgia contemporánea a todos los niveles»

Las compañías La Zafirina y El Gatopardo son fundamentales en tu carrera. ¿Qué elementos estéticos o narrativos de estas compañías se reflejan en La mancha?

En las dos compañías hemos montado espectáculos que parten completamente del texto y del trabajo de interpretación con la idea de que los actores y actrices lleven la mayor carga del espectáculo y, entre todos, intentar averiguar cómo se lleva a escena ese texto desde el que se parte. En el proceso de La mancha también ha sido así.

Tu obra tiene un estilo narrativo muy distintivo, donde el lenguaje parece tener un peso fundamental. ¿Qué papel juega el lenguaje en La mancha como vehículo para expresar emociones complejas? ¿Cómo trabajaste este aspecto durante el proceso de creación?

Cuando escribí La mancha me interesaba que la obra fuera un juego teatral que permitiera que una familia, a través de un hecho muy concreto, se permitiera hablar de lo que nunca han hablado y así mostrarse sus deseos y heridas. El lenguaje juega en torno a esto, los miembros de la familia alteran el propio relato que están contando, manejándolo, inventándolo y reconstruyéndolo a su antojo. Ellos crean las atmósferas y los espacios con la palabra, de ahí que el lenguaje textual tenga un peso fundamental. Los personajes dicen, hacen y narran cosas que en realidad nadie escucha o cuentan un mismo hecho o acción de maneras distintas. Con este planteamiento textual los personajes nos muestran sus deseos, heridas y anhelos libremente ya que casi todo sucede en el territorio de la imaginación. Al jugar con lo real y lo imaginado las posibilidades son infinitas. En el proceso de ensayos jugamos mucho con esto y buscamos el código de la función. Los actores se lanzaron a jugar con el propio relato hasta ser dueños de la función y de todas esas pequeñas historias que nos cuentan dentro de la obra. A este trabajo de juego con el propio relato le dedicamos mucho tiempo.

Sergio Serrano durante los ensayos de la obra 'La mancha', producción propia del IVC.

Sergio Serrano durante los ensayos de la obra 'La mancha', producción propia del IVC. / Nerea Coll

¿Cómo manejas esa delgada línea entre lo particular y lo universal en tu escritura? ¿Qué tan importante es para ti que el público se reconozca en tus personajes?

El teatro apela directamente a los grandes temas humanos y aunque muestres un universo muy particular y muy concreto no puedes olvidar eso. Los personajes tienen que tener conflictos, deseos y heridas con ellos mismos y con los demás que todos hemos tenido, tenemos o tendremos y ahí es donde el escenario se convierte en espejo del patio de butacas. Puedes situar la acción de la obra en una pequeña montaña de la que ni siquiera has oído hablar nunca, o puedes tener personajes con trabajos que ni siquiera existen, pero si esas personas que vemos tienen un conflicto humano te sentirás identificado y de algún modo lo concreto o particular se acabará convirtiendo en universal.

Con una trayectoria marcada por reconocimientos y proyectos innovadores, ¿qué crees que necesitan las nuevas generaciones de dramaturgos para continuar desarrollando el teatro contemporáneo en España?

Se necesitan recursos que apoyen la dramaturgia contemporánea a todos los niveles. Espacios como los laboratorios donde haya tiempo y dinero para escribir las obras, sobre todo para equivocarte una y otra vez y, por otra parte, encontrar de vez en cuando grandes hallazgos. Esos espacios deberían mezclar dramaturgias consolidadas con emergentes y a ser posible con dramaturgias muy distintas entre sí. Estos laboratorios también deberían tener, en algún momento del proceso de escritura, un lugar para probar lo que has escrito con actores y actrices, con directoras y directores que puedan aportar una visión distinta a lo que estás escribiendo como ocurre en los laboratorios de la Sala Cuarta Pared, el laboratorio de dramaturgia de Ínsula Dramataria del IVC o el laboratorio del CDN, por ejemplo. 

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