Entrevista

Fernando Aramburu publica su libro de relatos 'Hombre caído': "Mi generación conoció el franquismo, no el de los libros, sino el auténtico. Y no queremos eso"

El autor de 'Patria' se aleja por el momento del problema vasco en una colección de cuentos que puede leerse como una metáfora de nuestra época

El escritor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu en el Hotel Gallery.

El escritor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu en el Hotel Gallery. / MANU MITRU

Elena Hevia

Barcelona

Dice Fernando Aramburu, vasco radicado en Hannover, que las historias que ha imaginado en ‘Hombre caído’ (Tusquets), su tercer libro de relatos, le divierten sobremanera. Y, bueno, cada uno se ríe de lo que le hace gracia y está en su derecho, pero que el lector no espere aquí distensión y ligereza sino más bien un puñado de cuentos malrrolleros habitados por seres sin la menor empatía humana, entre los que se cuenta un niño al que le crece un piano en las manos; un pobre tipo que se quiere matar (obsesión que ya exploró en ‘Los vencejos’); la aversión provocada por un enfermo de cáncer; una mujer que exige a su marido sexo violento y, finalmente, un hombre caído en el suelo al que nadie ayuda a levantarse porque hacerlo parece estar prohibido. 

Después de que un bulo le ‘matara’ en las redes el pasado noviembre, es todo un placer volver a encontrarle sano y salvo. 

Ja. La verdad es que no me veo sufriendo un cáncer como decía la falsa noticia, no hay tradición en mi familia, pero nunca se sabe. Temí que mi madre que está a punto de cumplir 100 años lo leyera, pero afortunadamente lo desmentimos enseguida. Lo que sí fue interesante es la experiencia de asistir vivo a la noticia de la muerte de uno. Ahora veo que habrá un tratamiento mediático cuando eso pase. Hubo mucho solidaridad y mucho cariño por parte de mis amigos. 

En su libro flota un miedo morboso a la muerte. 

No es un miedo cerval o un sentimiento trágico de la vida, pero sí tengo una consideración constante de la muerte como parte esencial de la existencia. Porque como efecto de ser un escritor creo que el desenlace contribuye de una manera decisiva y da sentido a todo lo anterior. 

El escritor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu en el Hotel Gallery.

El escritor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu en el Hotel Gallery. / Manu Mitru

Sus personajes no son capaces de mostrar la menor generosidad hacia los demás. ¿Pecan de desagradables?

No me di cuenta cuando lo escribía, pero sí, abundan en el libro las rupturas, las relaciones tóxicas, lo inesperado que aparece de repente gracias a personajes comunes y corrientes en ámbitos cotidianos. Y claro, eso puede parecer pesimista o ácido. Pero precisamente por el hecho de ser gente normal y corriente se perciben como cercanos. De ahí que evoquen malas sensaciones o temores.

El título ‘Hombre caído’, que es también el del último relato, le da unidad a un libro habitado por todo tipo de hombres caídos.  

En realidad yo me considero autor de un único libro de cuentos completos, del cual cada cierto tiempo doy una entrega. No estoy tan sujeto a la norma de unidad que parece deben tener los libros de cuentos últimamente. Más bien me dejo llevar por la intuición, el título me parecía eufónico.

Pero además tiene diversos significados, tanto reales como metafóricos.  

Lectores que se han tomado la molestia de leer el libro me han hecho un análisis que me ha dejado boquiabierto y que me parece justo y oportuno. Me dicen que es como una metáfora de nuestra época: alguien que está caído a quien no se le puede ayudar mientras hay gente a su alrededor contemplándolo no se sabe por qué. Es fácil ver en ello que en esta época nuestra accedemos a los síntomas en los periódicos, las televisiones y las redes sociales pero los mecanismos internos, las decisiones ocultas y decisivas no las conocemos. 

¿Cree en la bondad de la gente?

La gente no es nadie para mí. La gente es un montón, pero sí creo en la bondad de los seres concretos. Porque además he sido testigo y he disfrutado de ella. En amigos de los que jamás esperé una deslealtad y no me han traicionado y sobre todo en mi familia, de gente humilde. Crecer ha determinado quien soy.  

Pero no ha aplicado el cuento a sus cuentos. 

Bueno, no hay que engañarse. Desde el punto de vista de la creación literaria son mucho más productivos los conflictos, las guerras y la maldad que crea víctimas. La literatura habitada por santos en un lugar feliz no da para mucho y es francamente aburrida. 

El escritor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu en el Hotel Gallery.

El escritor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu en el Hotel Gallery. / Manu Mitru

¿La angustia e inquietud que transpiran sus historias son el reflejo de estos tiempos inciertos que vive Europa y el mundo?

Mi generación disfrutó de un periodo de bonanza en el cual había problemas, pero no tan dramáticos como el hambre, la guerra o la persecución y ahora vemos que se están formando unos nubarrones en el horizonte y nos mostramos inquietos, inseguros y desamparados. En Alemania, donde vivo desde hace cuatro décadas, esta sensación es creciente. 

¿Por qué los jóvenes están votando ultraderecha? ¿No tienen memoria? 

Ahí hay una respuesta no estrictamente política. Le hemos inculcado a los jóvenes que por el hecho de serlo tienen el deber de cambiar las cosas, esa vieja idea de que el progreso se desarrolla rompiendo lo que te encuentras y creando algo tuyo. Ellos encontraron una democracia que no elaboraron y quizá por eso no han sabido apreciarla. Entiendo que quieran la aventura frente a un mundo construido en base a una vida ritualizada. De ahí que hagan caso a esos oradores que prometen el oro y el moro, la América grande y el país limpio de extranjeros. Mi generación vivió la transición y conoció el franquismo, no el de los libros, sino el auténtico. Y no queremos eso. 

Admirábamos Alemania como el país fuerte, pero ahora todo parece venirse abajo. 

Alemania está sumida en la melancolía con una evidente pérdida de vitalidad creativa. Es una situación de recesión económica y desesperanza, en la que se cierran grandes empresas y se despiden trabajadores. El país es consciente de su creciente debilidad financiera y por supuesto militar, porque además no está lejos físicamente del conflicto de Ucrania. No, no es un buen momento.  

Como inmigrante, ¿ha llegado a sentirse extraño en Alemania? 

Yo me integré en la sociedad alemana primero por la vía laboral. No hubo que obligarme a aprender el idioma y tengo nacionalidad alemana. No me considero un extranjero. Claro que soy un inmigrante de los años 80. La Alemania a la que llegué era un país boyante con unos buenos canales de integración por lo que me introduje y fui recibido con los brazos abiertos. No me puedo comparar con el emigrante de origen africano que se juega la vida atravesando el Mediterráneo. 

Pero estás consideraciones han cambiado.  

Sí, cuando llegué no se producían los atentados y agresiones que hay ahora. Atentados que no siempre son con muertos y que por eso no trascienden en la prensa internacional. Acuchillamientos y atropellos son casi diarios y esto genera una psicosis que antes no existía y, claro, hay ciertas corrientes ideológicas que rápidamente atribuyen todo esto a la inmigración con lo cual se genera una aversión hacia el inmigrante que luego se traduce en votos para la extrema derecha.  

Ahí tiene campo abonado para su próxima novela. 

Pues es posible. Es verdad que he escrito poco sobre Alemania, aunque llevo más de media vida viviendo allí. Quizá porque no consideraba la sociedad alemana como problemática y no me sentía interpelado. Mientras tanto, mi tierra natal donde ha habido tanto terrorismo me seguía dando historias. Pero el hecho de que en ‘Hombre caído’ hayan entrado cuatro relatos que transcurren en Alemania quizá sea una nueva vía para mí. 

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