Entrevista | Miqui Otero Escritor y periodista

Miqui Otero: «La música es como esperanto emocional escuchada de forma colectiva»

El escritor y periodista es el autor de Orquesta (Alfaguara), su quinta novela, de la que habla este 14 de marzo, a las 20.00 horas, en el Club de Lectura de Cosas & Musas de Nules

Miqui Otero (Barcelona, 1980) debutó en 2010 con la aplaudida novela 'Hilo musical'.

Miqui Otero (Barcelona, 1980) debutó en 2010 con la aplaudida novela 'Hilo musical'. / Cecilia Duarte

Quince años después de publicar Hilo musical, Miqui Otero vuelve a poner la música en el centro de su narrativa con Orquesta (Alfaguara), su quinta novela. En esta obra, el escritor rompe con la estructura de sus trabajos anteriores, explorando nuevas formas de contar historias y presentando un mosaico de personajes en un escenario colectivo: una noche de verbena.

La música no solo acompaña el relato, sino que se convierte en una narradora que vibra con las emociones de los personajes, mostrando lo que ocurre tanto en la superficie como en el interior de cada uno. Otero, que ha sido reconocido por su capacidad para combinar emoción y humor en sus novelas, reflexiona sobre el proceso creativo detrás de Orquesta y sobre cómo esta nueva obra supone un giro en su trayectoria literaria.

De esta novela hablará el propio Otero este viernes, 14 de marzo, a partir de las 20.00 horas, en la Biblioteca Municipal de Nules, gracias al Club de Lectura Cosas & Musas.

Tu primera novela tuvo como columna vertebral a la música y quince años después, vuelves a convertirla en protagonista. 

La música es una constante en mí. Forma parte de mi estilo. Intento escribir con muchos estribillos, lo que en literatura conocemos como motivos, frases o temas. Escribo sin miedo a la emoción y la música tiene eso, que se estampa contra las emociones. Hilo musical la escribí con veintipico años en un piso de colegas ruinoso en el que vivíamos cinco o seis personas, dependiendo de días, dieciséis, casi siempre de fiesta, y esa primera historia tiene que ver mucho con eso, con la búsqueda de la identidad a través de la música, a través de la diferencia, de creerse especial por lo que escuchas. El hilo musical es a la música lo que sobrevivir a la vida. En Orquesta, es una experiencia que se vive de forma colectiva, como un esperanto emocional, un lenguaje común.

Miqui Otero participa en el club de lectura de Cosas & Musas de Nules.

Miqui Otero participa en el club de lectura de Cosas & Musas de Nules. / Cecilia Duarte

Dices que con Orquesta has roto con las novelas anteriores.

Con Simón, que ha sido una novela que ha ganado premios, se ha traducido a varios idiomas y vendió mucho, sentí como una anomalía. Digerí todo aquello con prudencia, porque, casi siempre, ese tipo de cuestiones no dependen solo de lo que has escrito. En este momento, el cuerpo me pedía un meneo extraño, escribir desde lo contrario a como había hecho hasta ahora. De coger a un personaje y desarrollarlo muy a fondo y acompañarlo con una mirada crítica pero empática, a presentar a muchos personajes. Si me han llamado el novelista de la Barcelona actual, pues me he ido a una aldea. Sigo siendo yo, pero diseminado en muchos personajes y en vez de en una ciudad, en la aldea desde la que migraron mis padres.

Lo cuentas a través de un narrador poco común. La música no solo está presente, cuenta la historia de los personajes. ¿Qué te llevó a escoger esa posibilidad?

Fue por un momento muy concreto. Todos lo hemos experimentado cuando una orquesta prueba el sonido antes de actuar, te acercas y sientes como retumba dentro del pecho. Ese fue el origen. Decidí explicar con la música lo que son los personajes por dentro y por fuera, en una noche de verbena. Es un narrador nervioso, que va por los corrillos y se mete en todos los fregados. Y una de las gracias de esa elección es que la música solo puede contar lo que sucede cuando suena, por lo que hay ángulos ciegos sobre los que no puede hablar, lo que genera vacíos. A medida que avanzaba, descubrí que la música sonaba en esa noche de verbena, pero siempre lo ha hecho a lo largo del tiempo y eso me permitía ir al pasado de los personajes y me vine arriba. Me pasó de una forma natural. 

«‘Orquesta’ va en la dirección contraria de lo que he hecho, he roto con todas las novelas anteriores»

A partir de ese punto de partida, has creado una historia de esas en las que, en apariencia, no pasa nada a pesar de que, en realidad, están sucediendo tantas cosas.

Escribo como soy como lector, sobre lo que me atrapa. Tú no te quedas en un bar conversando con una persona porque sea alguien con grandes episodios en su vida, sino porque te habla de una manera que te hace querer seguir escuchándole. En las novelas es igual. No pasa nada, depende de cómo lo mires. El lector explora todo lo que sucede cuando parece que no hay nada significativo o especial. Piensa en cuando le preguntas a alguien qué le pasa y te responde que nada, pero está muy triste. Lo que cuenta esa noche de verbena es algo muy intencionado. Trato de deslizar al lector por un relato que podría acabar en una catástrofe horrible, pero donde está la verdadera historia es dentro de cada persona, en esas pequeñas cosas que ves si las miras a la altura de los ojos, y que son importantes para cada uno de los personajes. He intentado unir todas esas pequeñas cosas de los que participan en esa fiesta y que merezcan una novela, como colectivo.

Vas del sufrimiento, la nostalgia o el miedo, al humor, a menudo en un mismo párrafo.

Intento que en mis novelas siempre haya humor, porque la vida es así. Soy consciente de que escribo escorándome hacia la emocionalidad, y como me conozco y sé que esa es mi tendencia, el humor es una manera de suavizar. Si te pones grandilocuente y en el mismo párrafo pones un chiste, lo compensa. Porque la vida, es terrible en muchos casos y etapas, pero si te paras a pensarlo, es cómica. Me cuesta creer en las novelas rematadamente graves, que no tienen aire, que no respiran humor, como tampoco me convencen las que son herméticamente humorísticas. Esa mezcla que a veces me atrevo a hacer, acaba siendo el tono de mis libros, escribo como soy.

Por ese modo de escribir te has ganado el favor de la crítica. ¿Cómo gestionas esas valoraciones?

No escribo pensando en eso, estaría perdido. No deja de ser un masaje de la vanidad que, como todo masaje, no dura para siempre. Escribo con una mezcla rarísima, brusca y muy absurda. Soy como el mariscal que va a tomar la colina y arenga a todos para que lo sigan, pero lo afronta con los nervios de un niño que no sabe nadar en su primera clase de piscina. Es una inseguridad patológica, pero creo que buena para escribir. Al final, es una coquetería extraña, porque en realidad es una gran suerte que a la gente le guste lo que escribes y que los libros tengan lectores. 

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