Nuestro libro de la semana

Samanta Schweblin y la inquietante belleza de 'El buen mal'

La escritora argentina regresa a las librerías con seis nuevos e impactantes relatos y con un nuevo sello: Seix Barral

Samanta Schweblin ofrece al lector un nuevo libro de cuentos magistrales, 'El buen mal' (Seix Barral).

Samanta Schweblin ofrece al lector un nuevo libro de cuentos magistrales, 'El buen mal' (Seix Barral). / Iván Giménez

Eric Gras

Eric Gras

Samanta Schweblin ha vuelto. Y lo ha hecho desde ese lugar incómodo y fascinante que tan bien domina: el filo de la realidad, allí donde el desasosiego y la fragilidad humana se entrelazan para dejar al lector a la intemperie, sin respuestas claras y con una sensación de vértigo que se instala en el cuerpo. El buen mal (Seix Barral), su nueva serie de seis relatos, confirma lo que ya sabíamos: Schweblin no solo es una de las narradoras más singulares y certeras de la literatura contemporánea, sino también una escritora capaz de construir atmósferas tan reconocibles como inquietantes.

Desde el primer relato, Schweblin nos coloca ante personajes que enfrentan situaciones de quiebre, ese instante en el que la vida –sin previo aviso– vira hacia lo extraño, lo oscuro, lo irreparable. Son relatos marcados por la vulnerabilidad de lo cotidiano y por una sensación de amenaza latente que se filtra en los gestos más simples: una conversación anodina, una visita inesperada, una decisión aparentemente trivial. Lo perturbador no reside en lo extraordinario, sino en la revelación de que la vida, incluso en sus actos más sencillos, es un territorio frágil y peligroso.

Hay en El buen mal una exploración constante del cuerpo como campo de batalla: «Quizá es la sensación del placer y del dolor lo que deja siempre una marca más vívida, porque son las cosas que le pasan al cuerpo». Schweblin entiende que la experiencia humana se define en ese límite difuso entre lo físico y lo emocional, entre lo que sentimos y lo que podemos comprender. Sus personajes son cuerpos que reaccionan, que absorben el impacto de la culpa, el deseo o el miedo, y que quedan marcados por esa tensión irresoluble entre lo que se siente y lo que se explica.

Samanta Schweblin deslumbra una vez más con estos seis nuevos relatos que comprenden 'El buen mal'.

Samanta Schweblin deslumbra una vez más con estos seis nuevos relatos que comprenden 'El buen mal'. / Iván Giménez

Sin embargo, lo corporal no es solo un vehículo de dolor o placer; también es una grieta por la que se filtra la locura. «La locura te asusta, te distrae, pero hay que mirarla con atención», advierte Schweblin en uno de los relatos, consciente de que el desequilibrio, el absurdo o la irracionalidad son fuerzas que acechan en cada esquina. En estos relatos, la locura no es solo una amenaza externa, sino también una pulsión interna, un reflejo de la fragilidad de la mente humana. La autora argentina nos obliga a mirar de frente esa fisura en la realidad, ese momento en que lo cotidiano se descompone y revela su núcleo más inquietante.

El paraíso y sus límites

«Pero el paraíso tenía sus límites», escribe en otro texto Schweblin, quien sabe que incluso las formas de felicidad más puras están contaminadas por la sombra de lo que podría torcerse o perderse. En sus relatos, la tensión entre lo que es y lo que podría ser, entre la calma y el desastre, es una constante. La felicidad, si existe, es solo un estado provisional, un interludio breve antes de que lo extraño y lo oscuro se filtren por las grietas de la rutina.

'El buen mal'

Autora: Samanta Schweblin

Editorial: Seix Barral

208 páginas; 19,90 euros

Pero quizás la reflexión más poderosa que deja El buen mal está en esa idea de que sobrevivir no siempre implica comprender o aceptar la realidad: «Quizá no aprender del todo tus lecciones es lo que al final te mantiene vivo», lee uno en esta obra. Schweblin nos recuerda también que la vida no es un proceso lineal de aprendizaje y superación, sino una serie de fracasos y desvíos. Sus personajes no encuentran redención en el entendimiento, sino en la resistencia, en la capacidad de seguir adelante incluso cuando las respuestas no llegan.

En términos estilísticos, la autora mantiene ese pulso narrativo que la caracteriza: frases cortas y precisas, diálogos tensos que ocultan más de lo que revelan, descripciones limpias pero cargadas de una fuerza emocional contenida... El buen mal es, en definitiva, una exploración precisa y despiadada de la vulnerabilidad humana. Schweblin no nos ofrece consuelo ni respuestas; nos entrega, en cambio, un espejo deformante en el que reconocemos nuestras propias fragilidades y miedos. Al cerrar el libro, queda esa sensación de haber sido atravesado por algo oscuro y familiar, por una verdad incómoda que se instala en el cuerpo y en la mente. Y eso, en el fondo, es lo que distingue a la gran literatura.

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