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'Bot', de Clemens J. Setz: cuando el autor se convierte en su concepto

La editorial Hurtado y Ortega publica un nuevo título del autor austríaco, considerado un «extremista literario», con traducción de Virgina Maza

Clemes J. Setz es un autor austríaco muy reconocido que ha aterrizado en España gracias a la editorial Hurtado y Ortega.

Clemes J. Setz es un autor austríaco muy reconocido que ha aterrizado en España gracias a la editorial Hurtado y Ortega. / Rafaela Pröll

Eric Gras

Eric Gras

Pensar en Clemens J. Setz me llevó, sin saber muy bien por qué, a pensar en W. G. Sebald. Dos autores aparentemente inconexos: el primero, un austríaco nacido en 1982 que lleva la literatura a los límites de la conciencia y la tecnología; el segundo, un melancólico alemán que buscó en la memoria el modo de escribir después del desastre. Sin embargo, esa asociación azarosa tuvo su consecuencia. Estaba en la cuesta de Moyano de Madrid cuando vi, entre los lomos descoloridos de una librería de ocasión, un ejemplar de Pútrida patria (Anagrama), los ensayos en que Sebald reflexiona sobre la literatura austríaca. En su prólogo encontré una frase que parecía escrita para Setz: «En Austria, en cuanto se empieza a reflexionar, se llega enseguida a un punto en que hay que salir del ambiente conocido y ocuparse de otros sistemas».

Eso hace Setz. Bot –publicado en España por Hurtado y Ortega con traducción de Virginia Maza– es una conversación sin autor. Un experimento, inspirado en proyectos como el Philip K. Dick Android, que parte de una entrevista fallida: ante la imposibilidad de responder a las preguntas de su editora, Angelika Klammer, Setz decidió que lo hiciera su «alma externa digitalizada», una base de datos que reúne años de diarios, apuntes y archivos personales. El resultado es un diálogo entre humano y máquina donde ya no se distingue quién habla, ni siquiera si alguien habla realmente.

'He became his admirers'

Leer Bot es entrar en el cerebro de un escritor que se multiplica. Setz, con su habitual precisión matemática y su imaginación desbordante, deja que su propio lenguaje se vuelva autónomo, que sus ideas vivan «como conceptos con vida propia», según una de las frases más memorables del libro. De algún modo, cumple la profecía de Auden sobre Yeats: He became his admirers. Setz se convierte en su archivo, en su lector, en su propio algoritmo. Dicho de otro modo, lo que propone es precisamente la disolución del autor en su sistema, la inversión del mito romántico de la creación. En ese sentido, si Sebald entendía Austria como un país condenado a pensar más allá de sus límites, Setz encarna esa deriva en su forma más literal: salir del cuerpo, del control, del lenguaje como frontera.

'Bot'

Autor: Clemens J. Setz

Traducción: Virginia Maza

Editorial: Hurtado y Ortega

192 páginas; 20 euros

Bot puede leerse como una pieza conceptual, pero también como una meditación profundamente humana sobre la soledad, la identidad y el deseo de dejar una huella que trascienda al propio creador. Su estructura fragmentaria y su tono de diario mental recuerdan a las constelaciones narrativas de Las lunas antes del aterrizaje o Las abejas y lo invisible, pero aquí el artificio tecnológico amplifica el vértigo: el texto parece pensarse a sí mismo, sin mediación.

Espacio fronterizo

Considerado un «extremista literario», Setz lleva la literatura a ese territorio donde ya no sabemos si leemos a un humano o a su sombra digital. Y, sin embargo, lo que permanece no es la máquina, sino el temblor de quien la inventa. Como Sebald, encuentra en la escritura un espacio fronterizo, una patria posible donde lo familiar se disuelve y lo extraño se vuelve revelador. En Bot, esa frontera se hace tangible: cada frase, cada concepto autónomo, parece emerger de un territorio propio, vibrante, que respira sin mediación humana. La literatura se piensa a sí misma, pero también nos recuerda que leer es siempre un acto de exploración, un viaje hacia lo desconocido dentro de lo conocido. Así, Setz nos muestra que toda escritura es sobrevivir al límite, y que incluso en la arquitectura más artificial de la palabra late, invariable, la necesidad de seguir habitando el mundo.

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