¿Quién puede hablar hoy? Candice Breitz responde desde el EACC de Castelló
La artista inaugura el 31 de octubre su exposición 'Off Voices', un recorrido por tres décadas de trayectoria

Till Cremer
¿Cómo se construyen y censuran las voces en la cultura visual contemporánea? A esa misma pregunta le ha dedicado tres décadas la artista sudafricana Candice Breitz, quien trabaja con los ecos que las imágenes dejan en la conciencia.
El 31 de octubre, en el Espai d'Art Contemporani de Castelló (EACC), inaugura su exposición Off Voices (que podrá visitarse hasta el 8 de febrero de 2026) donde propone un viaje por ese territorio donde el sonido, el silencio y la representación política se entrelazan. El título alude a la «voz en off», esa presencia que, sin mostrarse, guía la mirada del espectador en el cine o la televisión.
Durante toda su trayectoria, Breitz ha transformado esa presencia, esa voz «ausente», en una metáfora del poder y de la exclusión, de todo lo que no se ve ni se oye pero determina la narración del mundo. «En un momento saturado de pantallas, donde la visibilidad se confunde con la existencia, la artista se pregunta cómo hacer audible aquello que el sistema prefiere no escuchar», explica Lorenza Barboni, directora del EACC y comisaria de la muestra.
Escuchar desde los márgenes
Breitz nunca ha hablado desde la neutralidad. Su trabajo parte de una conciencia incómoda de privilegio —mujer blanca, artista reconocida, residente en Berlín— y de la voluntad de exponer ese lugar. Sus obras funcionan como dispositivos de escucha, espacios donde las voces ajenas adquieren una potencia crítica que desborda la estética.

Una de las obras de 'Ghost series' de Candice Breitz. / Candice Breitz
En TLDR (2017), por ejemplo, la artista da cuerpo y rostro a las trabajadoras sexuales de Ciudad del Cabo, cuyos testimonios componen una polifonía coral. Un niño narra el enfrentamiento entre abolicionistas y defensoras de los derechos sexuales; a su alrededor, un coro de mujeres responde con cánticos, carteles, ironía y rabia. La obra no busca hablar por ellas, sino ceder el plano a quienes han sido históricamente apartadas del foco.
Los fantasmas del relato
Esa estrategia —la de dar visibilidad a lo ausente, o mejor dicho, de problematizar la visibilidad— atraviesa toda su producción. En Ghost Series (1994), realizada a los 22 años, Breitz blanquea postales turísticas de la Sudáfrica postapartheid con líquido corrector Tipp-Ex. Los cuerpos negros desaparecen, convertidos en espectros: una violenta alegoría del borrado colonial que la propia artista revisita tres décadas después. «Ghost Series me acompaña como un desasosiego productivo», escribe Breitz en un texto incluido en la exposición. «Sacar a los fantasmas de la circulación equivaldría a librarme de toda culpa; prefiero mantenerme en diálogo con ellos».

'Digest' es otro de los proyectos artísticos de la creadora sudafricana. / Candice Breitz
¿Quién puede hablar en nombre de quién?
Ese diálogo entre la artista y sus propios fantasmas continúa en Profile (2017), donde Breitz reacciona a su nominación para representar a Sudáfrica en la Bienal de Venecia. En lugar de aparecer en cámara, convoca a otros diez artistas sudafricanos que podrían haber sido elegidos en su lugar. Cada uno habla de identidad, raza o clase; juntos desmontan la metáfora complaciente de la «nación arco iris». La pregunta que sobrevuela la obra —¿quién puede hablar en nombre de quién?— resuena con fuerza en Off Voices, donde la representación misma se convierte en materia política.
Entre la utopía y la distopía
Esa tensión entre discurso y silencio alcanza un tono casi ritual en Labour, una serie de vídeos de partos reales proyectados al revés, acompañados de un supuesto decreto de un «matriarcado utópico» que castiga el autoritarismo masculino. La obra combina humor negro, distopía y especulación feminista: un gesto que, como ha dicho la propia Breitz, responde «a tiempos desesperados».
En Digest, por su parte, la artista entierra simbólicamente mil y una cintas de vídeo —un videoclub sellado, un cementerio de imágenes— para recordarnos que cada historia narrada implica siempre otras que han quedado bajo tierra.
El silencio como territorio político
En conjunto, las piezas componen una reflexión profunda sobre el lugar desde el que se enuncia una voz, la ética de la representación y la fragilidad del relato dominante. Barboni resume esa dimensión política y poética al afirmar que Off Voices «no busca ofrecer respuestas ni soluciones, sino abrir un territorio de resonancia donde el público pueda repensar su propio modo de escuchar y reconocer el peso del silencio».
En el EACC, ese silencio se siente casi físico. En las salas oscuras, las pantallas emiten un murmullo de historias fracturadas; las imágenes parecen respirar y retirarse, como si hablar fuera un acto de resistencia. Candice Breitz no pretende ocupar el centro, sino escuchar desde los márgenes. Porque, como sugiere esta exposición, quizá el verdadero arte contemporáneo no consista en proyectar nuevas imágenes, sino en aprender a oír las voces que llevamos demasiado tiempo dejando fuera de plano.
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- Directo | Castellón-Real Sociedad B
