Entrevista | Rafa Cervera Periodista y escritor
Rafa Cervera, escritor y periodista musical: «La transgresión es factible y necesaria, siempre que sepamos qué significa transgredir»
El 4 de noviembre comienza en el EACC de Castelló un nuevo ciclo dedicado al movimiento No Wave de cine ‘underground’ que coordina el reconocido crítico

El escritor y periodista musical Rafa Cervera es el encargado de comisariar el 'Ciclo de Cine Underground de Nueva York'. / GERMAN CABALLERO
En el Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC) se escucha el eco de una ciudad que nunca duerme. Es el rugido del cine underground de Nueva York, aquel que a finales de los setenta nació entre fábricas abandonadas, guitarras desafinadas y cámaras Super 8. El periodista y escritor Rafa Cervera, comisario del ciclo Cine Underground de Nueva York, rescata ese espíritu salvaje y libertario que convirtió la precariedad en arte. En esta conversación, Cervera traza puentes entre el ruido y la lucidez, entre el ayer y un presente que aún busca su propia forma de transgresión.
El No Wave nació en el Nueva York de los setenta, en un momento de crisis y ebullición creativa. ¿Qué crees que tenía aquella ciudad —su caos, su suciedad, su hambre— que hizo posible un movimiento tan radical y libre como el cine underground?
Había mucha gente joven que se había ido a Nueva York para poder ser artistas. Muchos de los fundadores de la no wave venían de Florida o de Cleveland. El downtown era un sitio poco recomendable y por eso los alquileres eran baratos. El ambiente era de absoluta libertad a la hora de crear. No había barreras. El centro de Nueva York era un lugar peligroso y el arte que se hacía allí reflejaba esa atmósfera. Se trataba de hacerte oír en medio del caos y la incertidumbre. No había lugar para la belleza, la violencia estaba antes.

Cartel del filme 'Vortex', que se exhibirá en el ciclo coordinado por Rafa Cervera en el EACC de Castelló. / MEDITERRÁNEO
Si no me equivoco, has definido el No Wave como una bestia de dos cabezas: música y cine, sonido e imagen. ¿Cómo se alimentaban mutuamente esas dos corrientes? ¿Había realmente fronteras entre una película y una canción en ese contexto?
Yo creo que ambas disciplinas discurrían en paralelo y se entrecruzaban constantemente. Por ejemplo, varios pases de esas películas se llevaron a cabo en el Max’ Kansas City, que era un club ya enteramente dedicado a la música. La mayoría de gente que actúa en estas películas son también músicos, o vienen del mundo de la música: Pat Place estaba en Contortions, Arto Lindsay en DNA, Anya Phillips era mánager de James Chance, Jim Jarmusch estaba en The Del Byzanteens, Jamie Nares colaboraba con Contortions y The Del Byzanteens. Y Lydia Lunch fue la estrella de varias películas de Beth & Scott B, y también de Vivienne Dick, que por cierto toca en el LP de James White & The Blacks.
«Cualquier manifestación que vaya en contra de lo establecido o esté al margen de ello es necesaria»
El ciclo que comisarias en el EACC propone una mirada desde Castelló a aquel Nueva York incendiario. ¿Qué te interesaba rescatar de esa escena para traerla aquí, en pleno 2025?
Creo que son películas interesantes porque hablan de una época que ya se nos antoja remota. Un microcosmos como era el downtown neoyorquino entrando en su etapa final de máxima creatividad, que concluye a partir de 1983 más o menos. Además, al no wave, por su naturaleza, es una corriente que no ha podido ser asimilada y domesticada por esta sociedad en la que vivimos desde hace años en la que todo es susceptible de ser metabolizado porque sí. ¿Cuánta gente está dispuesta a escuchar un disco de Mars? ¿Cuánta gente soporta más de cuatro canciones de Teenage Jesus? ¿Cuánta gente conoce estas películas hechas con más vísceras que técnica? Los Sex Pistols ya no asustan a nadie; el álbum No New York sí.
Muchos de los cineastas del No Wave —como Jim Jarmusch, Vivienne Dick o Beth B.— filmaban sin permisos, sin presupuesto, sin esperar aprobación. ¿Qué crees que puede aprender hoy un creador joven de esa actitud “hazlo tú mismo”?
Creo que la lección más importante es «hazlo», «no esperes a que te den permiso». Y en muchos casos, «haz lo que te apetezca, aunque la mayoría de la gente no vaya a entenderlo». En aquellos años, hacer algo que gustaba a muy poca gente podía ser el equivalente de estar haciendo historia. Ahora ya no tengo tan claro que sea así, pero estoy seguro de que cualquier creador joven sabrá como hacer valer esas teorías y aplicarlas al presente.
El EACC acompaña el ciclo con un fanzine, una forma de autoedición que también tiene raíces punk. ¿Por qué era importante recuperar ese formato y qué aporta al discurso del ciclo?
Ese formato fue una manera de dar a conocer a jóvenes talentos en una época en la que los medios estaban monopolizados por las grandes cabeceras. En su momento, un fanzine es una manera de dar a conocer cosas que de otra manera no habrían tenido difusión. Ahora todo puede ser difundido a través de internet, pero conviene recordar que a finales del siglo XX hubo una corriente que propició la aparición de nuevos grupos, fotógrafos, periodistas, escritores, cineastas, incluso de un colectivo feminista como el Riot Grrrl.
«A mí, lo más rebelde que me parece que se puede hacer ahora es pasar de las redes sociales»
Tu trabajo como periodista musical siempre ha estado muy vinculado al punk, al underground, a la contracultura. ¿Qué paralelismos encuentras entre la escena musical de entonces y el panorama cultural actual?
No puedo contestarte a esto porque hace ya un tiempo que dejé de intentar estar al día de lo que pasa. Me preocupo más por investigar escenas como esta de la No Wave, de investigar y estudiar cosas que ocurrieron cuando yo era joven y me podía sentir apelado por ellas. Hacer esa valoración será algo muy temerario por mi parte.
En un mundo saturado de imágenes digitales y plataformas, ¿crees que el cine underground sigue teniendo vigencia? ¿Puede sobrevivir la radicalidad en una época de algoritmos y filtros?
Si te refieres al cine underground que se esté haciendo ahora (que imagino que lo habrá, aunque se llame de otra manera), creo que sí, que tiene vigencia. Cualquier manifestación que vaya en contra de lo establecido o esté al margen de ello es necesaria. A mí, lo más rebelde que me parece que se puede hacer ahora es pasar de las redes sociales, o usarlas de una manera diferente, que tampoco sé si es factible. Sería estupendo crear cultos alrededor de cosas que solamente suceden en la vida real y no en la virtual, pero quizá esté siendo demasiado entusiasta.
Si tuvieras que quedarte con una idea, una emoción o una lección que el público debería llevarse después de este ciclo, ¿cuál sería?
Que la transgresión es algo factible, y muy necesario, siempre y cuando sepamos exactamente qué significa transgredir. Tenemos un clima propicio para estar cabreados, para querer llevar la contraria. Este ciclo es una lección de historia acerca de estas cosas.
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