Lo sabía. Sabía que el Barcelona era el equipo capaz de revitalizar al Villarreal en esta liga. Y es que los catalanes son auténticos especialistas en acabar con la mala racha de los equipos contrarios. Vamos, como las aspirinas; acaban con los dolores de cabeza.

Sabía lo que iba a pasar no por adivino, si no porque tenía conocimiento de que, en la víspera del choque, el Villarreal había acudido a la consulta del Doctor Fútbol con el ánimo de curar sus males, entre ellos unas molestias en la zona de gol. Éste, con el semblante serio y tras escuchar los síntomas del enfermo, se pronunció: "No pasa nada. Ahora les receto yo un Barcelona, para tomar sobre las nueve de la noche que va a ser mano de santo para todos sus males".

Pues bien, el Villarreal se comió el medicamento entero e hizo del partido una fiesta amarilla. Y es que el concepto fiesta ha cambiado tras lo visto ayer en el Madrigal. Mejor dicho, ayer se vio lo nunca visto. Tras la borrachera de fútbol de la primera parte, el ambiente estaba calentito. Y acabó de quemarse con el espectáculo del descanso y la traca final.

Pura NBA. ¿Que digo NBA? Ya quisieran ellos algo así en sus canchas americanas. Gogós de cuerpos exhuberantes, robots, zancos... ¡y hasta una serpiente del Villarreal sobre el césped! Muchos dirán que las serpientes no entienden de fútbol, pero es que la de ayer era amarilla. El público, acostumbrado a dedicar el paréntesis entre tiempo y tiempo para sus menesteres culinarios, se quedó sin cenar. Hubo quien empezó a comerse el bocadillo, pero al ver lo que había sobre la hierba optó por hacer huelga de hambre.

Con lo alborotado que estaba el patio, la fiesta no podía acabar mal. Los jugadores de Floro salieron decididos a acabar con su mal fario. Pero éste salía respondón conforme avanzaban los minutos. Víctor, De Nigris, Jorge López... Pusieron de los nervios a la afición del Submarino. Tito Bonano, mejor dicho, su puerta, parecía maldita.

Hacía falta un exorcismo y De Nigris lo realizó con la colaboración de Sorín. El argentino tuvo menos luces que el mejicano en la jugada que acabó haciendo explotar el Madrigal. Jorge López miró a Bonano, aguantó sus artimañas con gran elegancia, es que es un caballero, y le batió con la frialdad más absoluta.

La guinda, también de penalti que mola más, la puso un Calleja que salió a hombros.