El Valencia ha sido en los últimos años uno de los clubs mas difíciles de dirigir del fútbol español. Todas las habituales polémicas, generadas sobre todo a raíz de la conversión en SAD, parecían haber quedado un tanto olvidadas con la consecución del añorado titulo liguero y la disputa de las dos finales de la Copa de Europa. Pero la guerra solo se había tomado una tregua. Ortí, Roig y Cortés han vuelto a desenterrar el capítulo de las hostilidades y ya se han dicho casi de todo, y digo casi porque, a buen seguro, todavía queda arsenal por disparar. Encima, el equipo ha caído en picado, eliminado muy pronto de la Copa, luego de la Champions y ahora peligrando incluso el cuarto puesto. Y el fuego cruzado se ha extendido a técnico y plantilla, principalmente porque el primero ha abierto su particular caja de truenos, que había permanecido cerrada desde su llegada. Era difícil que el Valencia pudiera repetir lo logrado después de tantos años de sequía, pero si encima andan todos a la greña, como perros y gatos, así ya es imposible.