Lo que debía ser una jornada memorable, acabó siendo una de las noches más tristes que se recuerdan en la familia albinegra. Tres mil seguidores desembarcaron en Murcia con el ánimo de poner fin a nueve años de sinsabores y, a la conclusión del envite, enfilaron la vuelta a casa asumiendo que habrá que volver a intentarlo tras el verano. No queda otra, volvió a tocar la de arena.

Autobuses, coches, el tren... El goteo de aficionados a lo largo de toda la mañana fue constante. Una vez en las calles de Murcia, los albinegros se dedicaron a pasar las horas previas al choque como buenamente pudieron. Cánticos, bromas, soluciones para combatir lo que caía (casi 40 grados)... Sólo hacía falta que llegara el partido de una vez por todas. Habían estado mucho tiempo esperándolo.

Viendo cómo acabó todo, rematadamente mal, bueno es quedarse con decenas de imágenes de albinegrismo y sentimiento. Las lágrimas de jugadores y afición, tras un pitido final que acabó con el sueño de todos, eran la única respuesta a tan triste situación.

Los más preocupados eran los hombres de José Luis Oltra. Y no por el resultado, si no por que no encontraban la manera de agradecer a la afición su apoyo en La Condomina y en otros muchos partidos.

Mientras los del Ciudad se daban un baño de multitudes, en el fondo donde se ubicaban los seguidores albinegros se producía un hecho realmente hermoso. Sí, allí estaba la cruz del partido, la derrota, pero la gente no realizó un sólo reproche a los suyos mientras estos, juntando las palmas de las manos y lanzándoles su ropa, tras perder era lo único que les podían dar, pedían un perdón sincero.

Muchos aficionados albinegros, aún tuvieron arrestos para tragarse la pena y despedir al autobús del equipo que, desgraciadamente, no viajaba a la categoría de plata.