El Real Madrid se ensañó con el vecino de la ciudad, le dio un baño de juego --pese a que no tuvo traducción en un resultado abultado-- y demostró que su plantilla se esmera en las grandes ocasiones, cuando Zidane, Ronaldo y Raúl, por ejemplo, sacan a relucir su repertorio.

Los galácticos se enfadaron muy pronto. Demasiado pronto. Y es que durante toda la semana le habían tocado la fibra sensible. En el ambiente de la ciudad, el Atlético se había crecido. Su histórica aparición los puestos de la Liga de Campeones motivaba un ambiente de euforia que, en tan sólo 15 segundos, Ronaldo se encargó de desactivar.

La experiencia dicta en los últimos tiempos que no conviene irritar en demasía a los jugadores de Carlos Queiroz. Es mejor no marear a la bestia. Y es que el Madrid salió volcado y acelerado. El Gordito apareció enseguida con ese aura que tienen los elegidos para definir arriba con facilidad pasmosa. Su genial autopase dentro del área le permitió mantener su magnetismo ante el gol. No se había sentado todavía el público en sus asientos cuando el Real Madrid ya mandaba a la lona a su eterno rival.

El 1-0 tan madrugador marcó el devenir del partido. Vivió el Atlético en estado de shock durante media hora. El tiempo justo para que el Madrid diera un recital y sentenciara el derbi capitalino con un segundo gol.