Era un día festivo, la Inmaculada Concepción, pero Almassora se despertó de riguroso luto. Hasta la climatología quiso estar acorde con la solemnidad del momento y, así, un ambiente gélido presidió el entierro de José Manuel Pesudo Soler. Hasta el cielo, encapotado, añadía un matiz mayor de tristeza en el último adiós al que fuera brillante portero y entrenador de fútbol, aunque luego, coincidiendo con el final del oficio religioso, no pudo contener las lágrimas y la lluvia apareció.

Fue una jornada de dolor, de reencuentros amargos, de sonrisas forzadas entre aquellos excompañeros que volvían a reunirse lejos del alborozo de un homenaje o de una efeméride festiva. Ayer tocaba tributar el último adiós al mejor deportista de Almassora, un hombre que destacó en las dos facetas de la vida, la profesional (jugó en el Valencia y el Bar§a, llegó a la selección española, ganó títulos...) como, sobre todo, en lo personal. De ahí que la parroquia de Nuestra Señora de la Natividad estuviera abarrotada por antiguos colegas pero, sobre todo, amigos.

"Él paró muchos goles, pero no la muerte, porque ésta nadie la puede parar". En la homilía, mosén Joaquín Guillamón explicó lo inexplicable, el deceso inesperado de un hombre muy querido. Nadie lo deseaba, pero es que nadie lo esperaba.

Su esposa, Mercedes, y sus hijos, José Manuel y Merche, aguantaron con una entereza encomiable el pésame de cientos de personas. Allí acudió una amplia embajada del Valencia (Ortí, Tuzón, Roberto Gil, Vilar, Piquer, Paco Real, Claramunt Forment, Abelardo, Diarte, Barrachina, Guillot, Tatono, Vidagany y otros muchos más); representantes del Bar§a (Pereda, Sadurní...); gente del Villarreal (Paquito, José Coloma, Manolo Almela...); los albinegros Manolo Casanova, Levi, Juanra o Alberto Felip; Antonio Ribes, de la FTVF; el ondense Vicente Cataluña... y un largo etcétera.