Los árbitros son, en un altísimo porcentaje de los casos, ultrajados y vilipendiados sin motivo. Pero ocurre, de tanto en tanto, que su figura emerge y, bajo un comportamiento tiránico, se toman la justicia por su mano. Es el caso de Melero López, el hombre que barrió para casa en el Lorca-Castellón del domingo.

Si ya en Primera es difícil contrarrestar lo que dice el trencilla en el acta, en muchas ocasiones elevada a la categoría de Sagradas Escrituras por el valor que tiene lo que aparece en el documento arbitral, en 2ª B es prácticamente una quimera. En la Liga de las Estrellas hay un millón de cámaras, pero la inocencia de Palacios depende de las imágenes de la única cámara de televisión que había en el campo murciano. Esperar lo que ocurrió la semana pasada con el villarrealense José Mari es, estos casos, casi inútil, pero como la Navidad ya está cerca, igual hay milagro.

Periodista.