Y el goleador fue Juan Carlos Valerón, un tímido y asustadizo jugador canario de voz aflautada. Anoche, Valerón se disfrazó de delantero depredador para marcar un gol que le servirá para espantar muchos fantasmas. Agarró un astuto centro de Puyol que se coló entre las generosas piernas de Exteberria y lo resolvió con una autoridad insólita para alguien que logró tres goles en la pasada temporada con el Depor. Pero ayer Valerón no pareció ser Valerón: primer balón que tocaba y gol.

La gente pidió a gritos su presencia en el campo. Lo que no sabía Valerón es que hasta el presidente del Gobierno pensaba lo mismo que la afición. "En el descanso me llamó Rodrgíguez Zapatero y me recomendó la entrada de Valerón", reveló anoche María Teresa Fernández de la Vega, la vicepresidenta del Gobierno. Nada más iniciarse la segunda mitad, la marea roja que inundó el sur de Portugal reclamó la aparición del mago. Y el mago salió. A Valerón no le gusta hablar mucho fuera del campo, aunque los demás no paran de hablar de él. Si pudiera, estaría oculto en la penumbra. Pero su gol a Rusia le ha permitido colarse en los libros de la historia española en la Eurocopa. Pareció que había transcurrido una eternidad entre que recibió la pelota hasta que armó su zurda para batir a Ovchinnikov, un estrafalario meta de larga cabellera. "Hemos merecido ganar. ¿Euforia? Ninguna. No hemos ganado nada", explicó Valerón refugiándose en el interminable catálogo de tópicos con el que se protege del acoso mediático. Valerón es así. O se le quiere o se le detesta. Jugador de porcelana porque cuida al balón como si fuera una joya. La UEFA eligió a Vicente como el mejor del partido, pero la estrella fue Valerón. Anoche, el mago se convirtió en un zar.