El año pasado por estas fechas, las lágrimas de los seguidores albinegros bañaban los rincones de las calles de Murcia. La victoria del Ciudad había condenado al Castellón a otro año en la Segunda División B. El castillo de ilusiones albinegras se había desmoronado con estrépito.

Ayer, el mismo guión, pero con diferente escenario. El drama se vivió en Sevilla. No era el último partido de la promoción de ascenso, ayer el Castellón aún no subía si ganaba, pero de perder el resultado era el mismo de hace un año... Otro año en Segunda División B.

UN MAL SUEÑO

Esta vez las almas albinegras no eran miles como en Murcia, pero eran cuatro centenares de aficionados que lloraron igualmente y apoyaron a muerte a su equipo mientras duró el envite.

Cada gol del Sevilla B, y no tardaron en llegar, era un auténtico mazazo para los albinegros. En muy pocos minutos, los que necesitó Moreno para marcar el primero, los seguidores del C. D. Castellón pasaron del cielo al suelo. Llegaron al Sánchez Pizjuán con la ilusión de que era posible la victoria y en tan sólo unos momentos estaban condenados a la agonía.

Como sucediera en Murcia cuando se complicaron las cosas, la afición albinegra siguió empujando aunque en su fuero interno fuera apareciendo la decepción más absoluta.

El gol de Serrano encendió de nuevo la llama de la esperanza. Quedaba tiempo para culminar la remontada y, pese a que el juego del equipo no era el mejor, los albinegros volvieron a calentar las gradas.

Su comportamiento era ejemplar. Por lo menos mucho más decoroso que el de los integrantes de la Peña Los Biris. Los orelluts dieron una lección al no responder a las provocaciones de este grupo radical que ayer decidió animar al Sevilla B cuando pocas veces aparece por el campo donde, habitualmente, juega el filial sevillista.

La tensión creció hasta llegar un momento en que estos radicales intentaron agredir a los albinegros. Por fortuna, la cosa no pasó a mayores y el interés volvió a centrarse en el encuentro y en ver si el Castellón era capaz de consumar la machada. Las imágenes de Marcos calentando a sus seguidores tras el gol de Serrano hacían presagiar que el empate, y después la victoria, eran posibles.

LA CRUDA REALIDAD

El empate, la victoria, las posibilidades de ascenso... Finalmente la realidad fue muy dura. Demasiado. Pese a tenerla aún fresca en la memoria por lo del pasado año en Murcia, la realidad fue nuevamente un palo muy duro para los cuatrocientos seguidores que habían viajado a tierras andaluzas con otro propósito.

Tan sólo los paradones de Oliva habían evitado que la estocada llegara antes, pero cuando el Sevilla B marcó el tercero se acabó todo para un equipo entregado a su suerte.

CABREOS AL FINAL

Finalizado el partido, y cuando los jugadores abandonaban las instalaciones del Sánchez Pizjuán, no faltaron los seguidores albinegros que increparon al equipo. Esta vez no fueron muchos, sólo unos pocos, pero fue una manera más de sacar la fustración que llevaban dentro. Los gritos de Bonet vete ya, muy tímidos y contados, eran eso, fustraciones en voz alta.

Lo que verdaderamente dolía y mucho anoche en Sevilla era el ver las caras, era el ver los rostros desencajados de unos aficionados cansados del largo viaje, del partido, del sofocante calor, de estar otro año en Segunda División B...