Uno a cero y para casa. Como los matones a sueldo, ejecutaron un trabajo fino y silencioso, con el mínimo riesgo, y birlaron la Copa Henry Delauney ante las narices del propietario. Acorazados atrás, con todas las medidas de seguridad imaginables, y mediante un gol de córner, el segundo consecutivo, los griegos tocaron el cielo con su fútbol ruinoso pero tan sólido como las columnas del Partenón, para hundir a Portugal en la miseria (1-0) y sumirlo en un trauma histórico, convirtiéndole en el primer anfitrión que pierde la final de la Eurocopa.

Grecia le chafó el estreno a Portugal y le chafó la despedida. Con idéntico estilo, con el mismo equipo (sólo había un cambio en la alineación helena respecto al debut), pero con otro ejecutor. En esta ocasión, el trabajito lo realizó Angelos Charisteas, delantero suplente del Werder Bremen, de 24 años, marcando su tercer gol del campeonato. Con uno empató ante España, con otro cabezazo liquidó a Francia y ayer firmó el triunfo (m. 57).

OTRO CÓRNER A balón parado, dando la razón a los que sostienen que la estrategia cobra una gran relevancia en el juego --Dellas cabeceó el córner que derrotó a la República Checa en la semifinal--, y con un juego de escaso atractivo, Grecia escribió una página imborrable en el fútbol porque destroza muchas teorías. Todas menos la que establece que un gran equipo comienza en una gran defensa. Y la de Grecia es fantástica. Guste o no, encajó cuatro goles en la liguilla y ha manenido la portería a cero en las eliminatorias.

Conocer a Grecia, haber experimentado en sus carnes la cruel eficacia del adversario, no sirvió de mucho a Portugal, que había cambiado la alineación del debut (cinco jugadores distintos) y la actitud. El once de Scolari practicó un fútbol más suelto, en la línea de los últimos encuentros, aunque más precavido que de costumbre. Era básico evitar que Grecia se adelantara, y los cuatro defensas, más Costinha, no pasaron la divisoria.

Aun conociendo virtudes y defectos del rival, el once luso no pudo descerrejar la defensa griega, un dispositivo casi tan seguro como el secreto de la Coca Cola. Deco lo intentó con pases largos y cruzados en rápidas acciones cuando Portugal salía desde atrás, y Figo y Ronaldo quisieron desbordar por los extremos. No hubo manera. Esa zaga es extraordinaria, un modelo para cualquier equipo, tanto a nivel individual como colectivo. Seitaridis y Fyssas, los laterales, son insuperables y salen de atrás con criterio, Kapsis es una lapa que nunca se despega de su par y Dellas es un ejemplo de colocación.

Lo que más temían los portugueses era que Grecia se adelantara en el marcador, pero no pudieron evitarlo. En un colectivo error que no debían cometer. Ricardo fue a por uvas y Carvalho y Costinha no pudieron con la fuerza en el salto de Charistas. Faltaba media hora para el final, pero la sentencia estaba escrita. Portugal se desquició, viendo que no consumaría la gesta --que lo es-- de ganar a Grecia, sin poder evitar que la Copa que llevaba Eusebio cayera en manos de Zagorakis y no en las de Figo.