La subasta del balón con el que David Beckham falló el penalti en los cuartos de final de la Eurocopa 2004 contra Portugal sufrió una espectacular caída al pasar de los diez millones de euros a los 23.650.

Pablo Carral, el aficionado español que consiguió hacerse con la prueba del error de Becks, fue multimillonario por espacio de unas horas, pero parece que el sueño se desvaneció tan rápidamente como se formó. El descenso de las pujas llevó a Casal a incluir una cláusula, según la cual exige a todo el que quiera pujar por el balón que contacte por correo electrónico con él para pedir acceso a la subasta y envíe por fax un documento de identificación o pasaporte, así como el importe que está dispuesto a pagar.

Todo puede haber sido fruto de alguna broma, pesada para el poseedor del balón, porque a lo largo de la mañana de ayer casi un tercio de las pujas se fueron retirando, siempre las más altas, pasando de las 142 hasta las 97 de la tarde.

Un desplome de vértigo

El desplome a lo largo de la mañana fue vertiginoso. 10 millones de euros, nueve, tres y medio, dos y medio, dos millones doscientos mil y... el gran batacazo, 23.650 euros, que sigue pareciendo una cantidad desorbitada para un balón que en cualquier caso vale alrededor de 100 euros.

Pablo Carral decidió acudir a una subasta de Internet tras las múltiples ofertas que estaba recibiendo por el Roteiro y por un diario sensacionalista inglés, que le ofrecía 18.000 euros. Durante 48 horas la subasta se comportó como tal, hasta que apareció esa oferta increíble de 10 millones de euros, que hizo que la anécdota alcanzara la categoría de noticia y que su poseedor fuera protagonista.