El pontevedrés David Cal, de 21 años, eligió ayer el mejor escenario posible, una final olímpica, para presentarse al mundo como uno de los nuevos talentos del deporte español. Una de esas perlas que, de tanto en tanto, brillan con luz propia. Su triunfo en la final de C-1000 (canoa en la distancia de 1000 metros) fue concluyente, rotundo. David Cal aún puede ampliar hoy su hazaña en la final del C-500, una prueba en la que tendrá a un duro competidor en el ruso Opalev.

El oro de Cal devolvió al piragüismo español al podio de unos Juegos, una posición que no conseguía desde Los Angeles-84, con un bronce del C-2 de Enrique Míguez y Narciso Suárez, y supone la quinta en total que consigue este deporte en toda la historia. "Las sensaciones se mezclan. Estoy feliz y también agradecido a la gente que me ha apoyado. Lo primero que hice fue hablar con mi madre por teléfono, pero casi no la oía, porque había bastante ruido, aunque creo que estaba bastante contenta", dijo el campeón.

PURA ENERGÍA En el centro de remo de Schinias, Cal, un mocetón de 1,83 y 91 kilos, se mostró tan elocuente en la carrera, como reservado aparece fuera. Fiel a su estilo, arrollador en la parte intermedia, cuando desarrolla toda su potencia, el gallego pasó los 250 primeros metros por detrás del ruso Fomichev, pero cuando se había cubierto la mitad de la prueba, ya se había situado en cabeza, posición que no abandonó hasta el final.