Jugaban el Málaga y el Levante el pasado domingo, en la Rosaleda, el partido correspondiente a la 15ª jornada de Liga. En un momento dado, Amoroso remató como pudo, con tanta fortuna que, el balón, tras tropezar en un contrario, se alojó en la portería rival. Era algo más que un simple gol; para el Málaga suponía poner fin a cinco jornadas consecutivas cayendo derrotado, a un total de ocho sin ganar, a salir de los puestos de descenso a los que se había visto abocado... Incluso era un gol que podía arrinconar alguna guadaña lista para cortar la cabeza del entrenador de los malacitanos, Gregorio Manzano.

Y uno no trata de exculpar al buen técnico jienense, pero la política del club andaluz en los últimos tiempos, respetable como cualquier otra, no es precisamente la mas alentadora para que un entrenador se pueda lucir. Y el equipo, tampoco.

Lo han vendido todo en los últimos años y a Manzano le trajeron delanteros cuando sonaba la campana de fin de plazo, y de esta guisa tuvo que realizar toda la pretemporada. Lejos de potenciarse, el equipo se ha ido debilitando, de ahí que las consecuencias se hayan reflejado en la clasificación inmediatamente.

Incluso, esta misma semana, el presidente de la diputación de Málaga emplazaba a los directivos de la entidad a formar un equipo más competitivo. De momento, el gol de rebote de Amoroso logrado ante el Levante pone fin a la pesadilla que estaban viviendo los seguidores los del conjunto albiazúl antes de la navidad... o ¿tal vez todavía no?