El 26 de diciembre comienza el segundo gran éxodo anual hacia los macizos montañosos nacionales y andorranos en busca de pistas blancas y remontes a pleno rendimiento. La situación todavía no es la más óptima para los esquiadores y surfers experimentados, pero los aficionados al esquí y al snow en niveles bajo y medio disponen de un manto más que suficiente para disfrutar a placer de un fin de año blanco. Eso sí, siempre con precauciones.

Todos los dominios esquiables están abiertos --a excepción de algunos pequeños enclaves del sistema central-- y con porcentajes que no rebasan en ningún caso el 50%. En todas las estaciones hay un buen relieve, con espesores de nieve polvo fresca y por cañón según cotas, que oscilan entre los 10 y los 80 centímetros, en los mejores casos. Unas cantidades que, si bien permiten calzarse esquís y tablas, aún invitan a extremar las precauciones.

La nieve todavía no está muy asentada y consta de varios centímetros de producción por cañón desde las cotas 2.000 metros hacia abajo. A esta circunstancia, se suma el hecho de que las estaciones no disponen de sus pistas al 100%, con las consiguientes concentraciones masivas de usuarios en todos los niveles sobre las mismas palas y tubos, que van machacando el manto a medida que avanza la jornada mientras el sol cobra fuerza, transformando la calidad. Ello supone la aparición de piedras traicioneras y los constantes cambios del espesor y calidad.

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