Liga Habemus. O eso al menos es lo que el Real Madrid ha conseguido tras reconciliarse con su afición en el Bernabéu ganándole a un Barcelona que le puso de todo al partido menos acierto. Precisamente esa falta de pegada es la que sí le sobró al equipo blanco. La contundencia madridista, los galácticos marcaron cuatro goles en sus cuatro primeros disparos, fue decisiva. De nada sirvió que tras un dos a cero inicial poco menos que inesperado, los de Rijkaard comenzaran a tocar y a jugar bien al fútbol. Acortaron distancias, sí, pero Casillas fue una pared para los Giuly, Ronaldinho y compañía. Todo esto en una primera mitad que fue mejor que la segunda. La segunda también tuvo goles, la emoción del clásico, pero juego...

DUELO DE COLOSOS Pocos pensaban que la primera parte vivida en el Bernabéu iba a ser eso, galáctica. Desde el pitido inicial el Real Madrid se fue a por un partido en el que le iba a la vida. A lo mejor esa era la diferencia, pues lo de Rijkaard no se jugaban tanto. Para el equipo de Luxemburgo era la última oportunidad en muchos aspectos. En reconciliarse con su afición, en mantener viva la esperanza, en desmentir a los que les han bajado a la tierra... Ganar el envite tapaba bocas aunque fuera de manera momentánea y eso intentaron hacer desde el principio.

Sin apenas darse cuenta, Víctor Valdés ya había encajado dos goles en otras tantas llegadas rivales. Ronaldo hizo de Figo, ayer en el banquillo, y sirvió un balón de oro para que Zidane cabeceara a las redes. Diez minutos más tarde, y otra vez de cabeza, Ronaldo rompía su sequía goleadora en el Bernabéu y hacía el segundo.

SONRISAS Y LÁGRIMAS Sin embargo, y de la mano de Eto´o para más inri, el Barcelona volvió a la vida. El camerunés acortó distancias y su equipo comenzó a jugar. El Madrid sufrió de lo lindo por no tener un balón que era propiedad de Marquez, Xavi e Iniesta en la medular. Ocasiones para el dos a dos no faltaron, pero estaba Casillas. De todos modos, el Barcelona tenía el partido vivo.

Vivito y coleando estaba el choque hasta que Raúl, en el tiempo añadido, volvió a ser Raúl y cazó un centro de Roberto Carlos para clavarlo a la red en el primer palo. El castigo para el buen juego del Barcelona era excesivo, pero en el fútbol cuentan los goles y el Madrid los hacía.

En la reanudación el partido parecía destinado al deleite de la afición madridista. El Barcelona comenzaba a acusar la desventaja en el marcador y Luxemburgo tenía muy claro que su equipo debía esperar sus oportunidades a la contra. Justo lo que hizo Owen para marcar el cuarto ante la algarabía general.

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