Decidió el día que más imploraba el Bar§a su magia para calmarse, para recuperar la autoestima y reforzar su autoridad. Inquieto por la última derrota en el Bernabéu y conocedor de la victoria del Madrid ante el Levante, el equipo de Frank Rijkaard no podía fallar. Ronaldinho sabía que tenía una misión que cumplir, porque Etoo, lesionado, no podía rescatar a los azulgranas. Y el brasileño, hipermotivado, fue el ansiolítico perfecto para un Bar§a que superó una situación incómoda.

Ronaldinho apareció cuando más le necesitaba el Bar§a. Más protagonista que nunca en esta temporada y más autoritario, asumió la responsabilidad de lanzar un libre directo a los 29 minutos. Antes había estrellado uno en la barrera, pero a la segunda encontró el premio.

El tanto tuvo un efecto terapéutico y revitalizante. Para el Bar§a y para el propio Ronaldinho, que lo celebró efusivamente, abrazándose con su amigo Motta, que esperaba su oportunidad en el banquillo tras superar una grave lesión de rodilla. El crack acababa de marcar su séptimo gol en el campeonato liguero, el segundo de falta.

Superados los agobios, el Bar§a y Ronaldinho empezaron a disfrutar. Sobre todo el brasileño, quien, en la segunda parte, exhibió su mejor repertorio: taconazos, controles imposibles, amagos, recortes, cambios de ritmo, asistencias... Ya nadie osaba cuestionar el fútbol desenfadado de Ronaldinho, del mejor Ronaldinho, del jugador que maravilló a la afición en la pasada temporada, pero que ha dosificado sus genialidades en la actual... hasta el domingo.

Ronaldinho se sintió muy bien. Se le vio feliz, sonriendo, aplaudiendo. Ya ha vuelto.