Durante las últimas jornadas, pese al aburrimiento que nos obsequiaba el C.D. Castellón, defendí en esta tribuna que no era momento de tomar decisiones drásticas. Con la temporada tan avanzada, pensaba que ése era el camino idóneo...

Sin embargo, después de lo visto ayer en el Nou Castalia, donde el Castellón fue incapaz de marcar un gol al modesto Alcoyano, que jugó 66 minutos en inferioridad --unido a lo presenciado siete días antes en Buñol--, tengo muy claro que el equipo necesita un revulsivo. Lo más lógico sería cambiar media plantilla y, con ellos, facturar a quien los ha traído. Pero como esto es imposible, hay que cambiar al entrenador para buscar la reacción necesaria. De lo contrario, estoy convencido de que el Castellón no disputará la promoción de ascenso a Segunda División A.

Hay demasiado en juego y no valen las medias tintas. Una temporada sin meterse en la liguilla sería casi la puntilla para un Castellón que necesita salir, como sea, de la Segunda B. La afición está harta de tanta decepción. Cada vez somos menos en Castalia y ése el termómetro que cuenta, sin trampa ni cartón.

La papeleta es gorda, porque faltando cinco jornadas es muy difícil encontrar un entrenador capaz de darle la vuelta a la tortilla. Aunque para eso está Fernando, aunque sea desde la cabina de R dio 9 en Mestalla (Valencia). Que él decida por todos nosotros... y que acierte. Ya va siendo hora de que lo haga. ¿Verdad?

Ahora bien, de nada vale cambiar el técnico si los jugadores no aprietan los dientes.