Hay que ver la cantidad de clubs que se han ido por el precipicio durante los últimos años, con nombre y solera, y, sin embargo, el Racing de Santander continua resistiendo contra viento y marea. Ha sobrevivido a continuos cambios de dirección en la cúpula de la entidad, a idas y venidas de entrenadores, a la marcha de jugadores importantes, incluso ha sobrevivido a Dmitry Piterman --que ya tiene mérito--... Y ahí están, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el desfile de cadáveres deportivos mientras ellos han vuelto a salvarse.

Y lo han hecho de forma insospechada, ya que la temporada ha sido de todo menos apacible. La venta del club, el nulo rendimiento de los fichajes de más lustre, actos de indisciplina y una afición que ha apretado de lo lindo, entre ellos a Manolo Preciado, un técnico que tal vez no se merecía una salida así --es la segunda vez que dimite-- y que se le ha jugado con un montón de chavales que parecía iban a ser carne de cañón en Primera División, pero que han dado el callo como los buenos.

Al final, la salvación ha llegado con Nando Yosu en el banquillo, pero podía haber llegado con Preciado u otro entrenador. Otra temporada picuda, pero la buena estrella del Racing no le ha abandonado en el momento clave. Durante 37 jornadas, los cántabros han estado jugando al límite por la supervivencia. Hoy, por primera vez en ocho meses, toca disfrutar.