Pablo es un chaval de seis años que ayer celebraba su cumple. Uno de los regalos que recibió, fue la camiseta del Castellón. Nada más quitarle el envoltorio, se la puso. Con ella comió y, pese a algún que otro lamparón, se empeñó en llevarla a Castalia.

No era la primera vez que iba, pero disfrutó. La lástima es que el equipo perdiera, pero él se lo pasó en grande con el ambiente, con dos aficiones que rivalizaban en cánticos, algunos ingeniosos, otros hirientes y/o de mal gusto. Lo mejor, al final de todo: después de haberse dicho de todo durante los 90 minutos del encuentro, los 15 del descanso y algunos más en los prolegómenos del partido, se aplaudieron. El N stic ya está en Primera División, donde pronto podría verse las caras de nuevo con el Castellón, cuya afición ha demostrado con creces merecerse la élite. Castalia se llenó, con 16.000 espectadores en las gradas, eso sí, con alrededor de 2.000 tarraconenses.

Seguro que Pablo pide ir otra vez a Castalia. Porque, a su edad, el resultado no cuenta tanto como lo que se divirtió.

Y en la otra cara de la moneda, los incidentes del viernes en la pista del Boadilla-Las Rozas del fútbol sala en el encuentro frente al Benicarló Grupo Poblet, que le hacen un flaco favor a un deporte que lleva años buscando hacerse un sitio en el panorama nacional.