La noticia corrió como un reguero de pólvora, demudando los rostros de los aficionados orelluts: "¡Tabares se ha roto!" era el comentario unánime. La lesión del argentino deja al equipo no solo sin uno de los jugadores más en forma del momento, sino que también pierde a su máximo goleador y al jugador sobre el que gravitaba buena parte del fútbol ofensivo de los albinegros.

Tabares llevaba entre algodones desde la segunda jornada. Sus problemas en el adductor de su pierna izquierda le habían conducido a perderse varias sesiones desde entonces. Las molestias, lejos de mejorar, empeoraron; hasta el punto de forzar ante el Almería, cuando hizo crack. Por ello, el lunes fue sometido a una resonancia magnética cuyo diagnóstico fue la rotura muscular que le mantendrá entre tres y cuatro semanas de baja.

"Terminé el partido (frente al Almería) con más dolor de lo previsto, porque me esforcé mucho", resumía Tabares, que rubricaba: "No me quiero perder ni un encuentro".

Si El Huracán sigue los plazos previstos en su recuperación, verá desde fuera cuatro encuentros ligueros (las salidas a Cádiz y Salamanca, el Castellón-Hércules y el compromiso en Vitoria), más uno o dos de la Copa del Rey: seguro el Castellón-Cádiz del miércoles y, de pasar la eliminatoria, la ida de los dieciseisavos de final (25 de octubre), ante un rival de Primera División en Castalia.

SIN UN RECAMBIO NATURAL La secretaría técnica del Castellón desechó, a última hora del plazo para fichar, la contratación de un delantero, clon de Tabares para más señas. Un error en la planificación que puede tener repercusiones de consideración, ya que no podrá ser resuelta hasta la reapertura del mercado en enero.

La baja durante varias semanas del argentino va más allá de la ausencia del máximo goleador. En el actual estilo de juego del Castellón, la presencia de Tabares resulta casi indispensable, ya que con su fortaleza y derroche sabe sacar tajada de los pelotazos. Con cualquiera de las alternativas (por este orden, Nakor, Natalio y Epitié), el equipo deberá cambiar su forma de atacar, si no quiere ver cómo se resiente considerablemente su caudal ofensivo.