Cuando los secretarios técnicos configuran una plantilla, siempre suelen hacer un cálculo estimativo de la cantidad de goles que puede aportar cada jugador, aunque en muchas ocasiones, esas previsiones acaban como las cuentas de la lechera.

Por encima de todos siempre destaca un delantero, el que debe llevar el peso de la cuenta anotadora. Un segundo punta ha de hacer una buena aportación, sin llegar a la del presumible pichichi. Los llamados a ser suplentes también deben contribuir, aunque sea con cuentagotas. Y no olvidemos a los centrocampistas con más llegada, que los hay que media docena de goles al final de temporada no se los quita nadie.

El caso es que, ni en la más horrible de sus pesadillas, los técnicos del Espanyol podían haber imaginado que, después de cinco jornadas disputadas, su equipo iba a ser el menos anotador de la LFP, y que ninguno de su delanteros habría sido capaz de batir a los porteros contrarios.

DOS GOLES, POBRE BAGAJE Pero no es una pesadilla, sino una realidad. El conjunto catalán, en 450 minutos de juego disputados, solo ha anotado la pírrica cifra de dos goles, ninguno de ellos conseguido por sus delanteros.

Y no será porque los puntas del conjunto perico no hayan demostrado sobradamente su olfato de gol, por lo menos cuatro de ellos. Habría que excusar a Coro, ya que el joven canterano no suele jugar como delantero nato, aunque en el Espanyol B, en tres temporadas consiguió marcar más de 30 goles.

Otro de los jóvenes, Jonathan Soriano, ha jugado poco. Pero, los tres jugadores en los que debe caer esa teórica responsabilidad anotadora, pocas disculpas pueden tener. Por el momento, Tamudo, Luis García y Pandiani nada de nada, puesto que la pólvora del Espanyol está mojada.