El poderío físico del Chelsea, además del impresionante ritmo y la velocidad impuesta sobre el terreno de juego, fueron clave anoche en un partido en el que el Barcelona no se notó cómodo en momento alguno.

El conjunto de Rijkaard no supo jugar como al técnico holandés le gusta, es decir, con toque de balón. El equipo londinense no dejó manejar el esférico a los catalanes y, además, estos perdían el balón con demasiada facilidad.

Incluso algunos futbolistas de los que deben marcar las diferencias se mostraron apagados. Como es el caso de Ronaldinho, demasiado escorado a la izquierda y fácil de marcar para los defensas del Chelsea. Había órdenes de que siempre hubieran dos marcadores junto a él, y el brasileño se quedó sin ideas.

Pocos jugadores destacaron ayer por parte azulgrana. El joven Messi fue el único que lo intentó, ya que los demás estuvieron espesos. Y del Chelsea hay que valorar su bloque. Es un conjunto bien armado, bien trabajado y muy veloz.

Ayer vimos quizá a los dos mejores equipos del mundo, aunque fue el Chelsea el que se llevó el gato al agua.