Paragon es un delirio, un ejercicio de modernidad y tecnología, es el sueño de un mecánico, Ron Dennis, el hombre que pasó de apretar las tuercas de las ruedas de un McLaren-Cooper en los 60, a ser el padre de una instalación casi insólita. Paragon es la sede McLaren, un paraíso futurista, la nueva casa de Fernando Alonso. Camuflado entre hectáreas de abetos, el edificio fue ideado por sir Norman Foster en un ejercicio de estilo que le ha servido para recibir el galardón al mejor diseño industrial del mundo en el año 2004.

Dennis sufrió como mecánico y quiere dar mejor vida a los suyos. En la planta se incluye un club de salud, piscina, un restaurante y tiendas. Pantallas de plasma y tableros electrónicos a todo lo largo de la base, despliegan tiempos de las prácticas del equipo y coberturas durante los fines de semana de competición. Desde el lago que custodia al centro se producirá en breve energía eléctrica para abastecer al centro. Todo es futurista, incluida la indumentaria de riguroso negro.

De la crisis al éxito

Es el sueño hecho realidad de Ron Dennis, copropietario de McLaren junto al jeque saudí Ojjen Mansoar --juntos manejan el 60% del capital-- y Daimler Crysler a través de Mercedes. McLaren es ahora la escudería más poderosa, cuando en la década de los 80 casi desapareció. Aquella crisis propició que Ron Dennis, propietario entonces del equipo Projet Four, de Fórmula 2, adquiriera las acciones de la viuda de Bruce McLaren (fallecido en un accidente tras fundar la escudería en 1966) y su socio Teddy Mayer y se erigiera en propietario de McLaren Cars. Bajo la tutela de Dennis, frío y perfeccionista en su papel de jefe de equipo, McLaren ha cosechado nueve títulos de pilotos, el primero de ellos con Lauda en 1984 y el último con Hakkinen en 1999.

Fernando Alonso es la piedra angular sobre la que McLaren pivota su ambición de recuperar su racha de títulos rota por Schumacher y el asturiano en los últimos siete años. No tendrá que caminar mucho. A poco más de 100 kilómetros de Enstone, sede de Renault, se sitúa el bosque de abetos que custodia Paragon, como se conoce al McLaren Technology Centre, el centro de operaciones de la escudería dirigida por Ron Dennis. El diseño de esta maravilla vanguardista que costó 500 millones de euros y fue inaugurada por la Reina de Inglaterra en mayo de 2004, fue un mano a mano entre Dennis y Foster.

La estructura exterior es plateada, con pilares blancos y cristaleras que recorren toda la ondulada fachada. La sensación de frío que infunde al visitante contrasta con los colores de los monoplazas más laureados de la escudería que se exhiben como instrumentos de culto. El F1 Le Mans que venció las 24 Horas del mítico circuito francés en 1995 precede al F1 XP5 que batió, en 1993, el récord de velocidad máxima nunca alcanzada por un coche de producción en serie (387,6 km/h). Y así, sucesivamente hasta llegar a los MP4 de Niki Lauda, Senna, Prost, Hakkinen...

Detrás de los coches y a lo largo de toda la recepción, una cristalera a modo de pared abre de par en par el taller donde, minuciosamente se ensamblan los Mercedes SLR McLaren. Las 500 unidades al año que se fabrican de estos vehículos que rondan el medio millón de euros son el fruto, de serie, de la unión entre la marca británica y Mercedes-Benz.

En el segundo subterráneo, parte del laboratorio-taller donde nacen los monoplazas que pilotarán Alonso, De la Rosa y Hamilton. Es la vanguardia tecnológica. Preside la sala más grande el esqueleto. El chasis del MP4-2124 de aluminio y fibra de carbono en estructura de nido de abeja. De color negro mate, solo se construyen entre nueve y once a lo largo de la temporada. "Fabricamos pocos chasis porque, normalmente, a lo largo del campeonato, los pilotos utilizan tres o cuatro", afirma Jonathan Neale, director general de McLaren Racing.

En ese garaje, los días de carrera es donde trabajan los ingenieros. En una carrera, aquí se reúne más gente que en el circuito. A las carreras van entre 100 y 135 personas, pero en Paragon se reúne seis equipos de ingenieros pendientes de lo que ocurre en pista. Si surge algún problema barajan seis metodologías distintas para elegir la mejor opción tras una elección.

Durante la carrera el flujo de información es constante. Los pilotos transmiten a la gente que está en el muro, ellos pasan la información al box, desde el taller se transmite a los camiones aparcados en el paddock y éstos, vía satélite, la envían hasta la sede de McLaren. En cuestión de segundos el proceso se produce a la inversa. "Es importantísimo que tengamos la tranquilidad de que nuestros datos son confidenciales, de que nadie los puede piratear", incide el responsable máximo del centro en ausencia del gran jefe, Ron Dennis.

En la planta superior se encuentran los paneles donde se estiran las láminas de fibra de carbono. Un programa informático se encarga de aprovechar la máxima superficie de cada una de las hojas de este material, tan ligero y resistente como elevado es su precio en el mercado. Los ingenieros, tijeras y secador en mano, miman y moldean la fibra que más tarde pasará al autoclave para solidificarse y crear, por ejemplo, el suelo del monoplaza.

La joya de Paragon

También en la planta se encuentra aquello que la marca preserva con más recelo: el túnel de viento. De 145 metros cuadrados, el ventilador de este banco de pruebas, de cuatro metros de diámetro, exige el máximo a la aerodinámica del monoplaza. En su interior, una réplica a escala del MP4-21, reducida al 60% de su tamaño real y con las cuatro ruedas de plomo, aguarda el momento en que la maquinaria del túnel ponga a prueba cada una de las evoluciones que se le practican a la aerodinámica. Todo se hace en secreto, casi en silencio, en un enclave vanguardista que parece llegado del futuro. Aquí pasará horas y días el asturiano Fernando Alonso durante los próximos tres años.