La escuela deportiva de Shichahai está en Pekín, no muy lejos del Parque Olímpico. Pero la distancia para los deportistas que, un día tras otro, se están preparando duramente en ese centro, puede llegar a ser infranqueable. De los 600 que allí residen, solo cuatro o cinco lograrán desfilar en esa ceremonia inaugural formando parte del equipo nacional chino.

El régimen comunista, en sus primeros años después de la revolución, implantó una red de escuelas deportivas (inicialmente, en la década de los 50, fueron 400). Actualmente, superan las 3.000, que acogen a más de 400.000 niños y jóvenes, que son entrenados como auténticos profesionales, aunque la mayoría de ellos nunca podrán llegar a esos exigentes niveles. Sichahai es una de ellas, de las más prestigiosas de la capital.

Los sistemas empleados, algunas veces rayando en la crueldad, la dureza de las sesiones y la tierna edad en que comienza el proceso de selección, han sido motivo de crítica por observadores externos. Incluso hay quien ha visto malos tratos.

No es esa, de todas maneras, la impresión que da Shichahai, equiparable a un Centro de Alto Rendimiento de los que existen en España. Aunque las sesiones son exigentes, los estudiantes parecen asimilarlas bien. Shichahai acoge cinco deportes profesionales (taekwondo, boxeo, bádminton, artes marciales y voleibol) y otras modalidades a un segundo nivel (gimnasia y tenis de mesa).

Eso sí, priman los resultados. En la cultura china, lo importante es ganar, más que participar. Por eso, solo suelen contabilizar las medallas de oro. Todo el mundo recuerda en China que fue segunda en el medallero en Atenas-2004, con 32 oros, tras EEUU (36) y por delante de Rusia (27). Pero nadie recuerda el número total de metales. Por ello, convertirse en la primera potencia es el objetivo de los 448 deportistas chinos que ya tienen un puesto asegurado en el equipo olímpico, a los que se añadirán 120 más.

En junio, en el campeonato nacional, Wang Yan, una gimnasta de 15 años, se cayó durante el ejercicio de asimétricas y se fracturó la segunda y tercera vértebras. En el mejor de los casos, quedará en una silla de ruedas. Pero eso no detiene un sistema que recluta a sus deportistas --incluso a partir de los tres años-- y les conmina a entrenar como profesionales y a ganar.