Maquiavelo decía que los que ganan nunca se avergüenzan de cómo gestan sus victorias. El Valencia saltó a Mestalla con ese axioma como modus operandi, plasmando su idea con un once con matices muy defensivos y en el que no se podía ver a ninguno de los flamantes fichajes, relegados al banquillo por Quique. Pellegrini, por su parte, mantuvo su máxima de que la mejor forma de ganar es exhibiendo un juego plástico, agradable para los que lo practican y bello para quienes pagan una entrada. Y con ese manual saltaron los amarillos a Mestalla. La táctica era fútbol, fútbol y fútbol.

El equipo che nunca puso en liza argumentos que sirvieran para poner en aprietos a un Villarreal que se desenvolvió como solo lo hacen los grandes equipos, aquellos que funcionan como maquinarias suizas de relojería y que exaltan el fútbol colectivo como su principal estrella, su gran virtud y su tesis más eficaz para superar a sus rivales. A falta de fútbol para doblegar al enemigo, el Valencia se amparó en el árbitro para justificar su nulidad ofensiva, pobre excusa, porque las imágenes de televisión demostraron que Pérez Lasa acertó en casi todas sus decisiones.

¿Quién es la estrella del Villarreal? La respuesta es complicada, sobre todo si uno se empeña en pensar y decidir respecto a algo que no posee una respuesta única, porque en este Submarino de Pellegrini todos son estrellas, todos son obreros, todos corren, todos defienden y todos atacan. En definitiva, la estrella es el conjunto. Por ello, Javi Venta se vistió de Laudrup con una asistencia que el actual entrenador del Getafe hubiera firmado en sus mejores tiempos de futbolista, mientras Tomasson propiciaba el magistral pase con un no menos fenomenal desmarque y silenciaba Mestalla, más beligerante que nunca contra el Villarreal, con un gol que adelantaba a los hombres de Pellegrini. Ya en ese momento, el balón mimetizaba su cromatismo hacia el amarillo de las camisetas del Submarino, el único de los dos equipos que lo trataba bien y lo mantenía mayor tiempo en su poder para jugarlo.

El Valencia se hallaba más cerca del desquiciamiento que de recuperar su impronta de favorito al título de Liga al que debe optar por plantilla. La zaga amarilla no dejaba respirar a Villa, que fue perdiendo los nervios poco a poco hasta dejar a su equipo en inferioridad numérica en el minuto 39, tras simular un derribo inexistente en el interior del área, pocos minutos después de protestar una decisión de Pérez Lasa.

Pasa a la página siguiente