Poca confianza había en el descanso de que se podía dar la vuelta al marcador. Más bien parecía que tal como iba confirmándose la derrota de atléticos y españolistas, el Villarreal, una semana más, iba a vivir de rentas clasificatorias. Pero no. Algo pasó en el vestuario que les hizo ver la tremenda oportunidad que tenían y creyeron en sus posibilidades. Y el Athletic, tan chicarrón del norte que parecía, terminó convertido en un equipo de medio pelo. El Villarreal se confirmó a sí mismo. Tras los dos grandes, la liga se engalana con tonos amarillos. La ventaja en la tabla con respecto a sus seguidores merece un olé más grande de los que recibirá José Tomás en la Feria de la Magdalena.