Dicen que el buen ambiente que se vive en el vestuario del Villarreal es una de las claves de la excelente temporada de los amarillos, instalados casi desde el inicio de la Liga en las plazas de Champions. Una balsa de aceite que necesita de la colaboración de toda la plantilla, incluidos los jugadores que menos oportunidades están recibiendo por parte de Pellegrini. Diversas experiencias en Primera enseñan que una de las posiciones por la que más rápidamente se resquebraja el buen funcionamiento de un vestuario es la portería. Hace unos años, en la época del Madrid de los Zidanes y Pavones, Casillas y César llegaron a un punto en el que no disimulaban su mala relación. Más próximos en el tiempo están los casos de Cañizares y Hildebrand en el Valencia, más rivales que compañeros; o la competencia entre Aouate y Munúa en el Deportivo, que traspasó los límites del fútbol para adquirir tintes de pelea callejera.

Así que viendo las tensiones que generan los porteros en otros clubs, uno respira aliviado al escuchar a Viera pedir comprensión y apoyo para Diego López tras el error de este último en la UEFA. Tanto uno como otro han sabido encajar con deportividad sus situaciones de suplentes. El gallego al inicio de Liga; el uruguayo, en los últimos meses. Ellos sí parecen más compañeros que rivales.