El objetivo del Villarreal para esta temporada --no me he cansado de repetirlo en esta columna-- es clasificarse para disputar la Liga de Campeones. Eso significa lo máximo y los aficionados ya hemos tenido la oportunidad de disfrutar con tales mieles, incluso de llegar a la final, circunstancia que impidió aquel penalti fallado por Riquelme.

La eliminación de la UEFA ha sido un revés inesperado. Todavía más cuando el Zenit es un rival inferior, pero el Villarreal no supo administrar su superioridad y se encontró con errores puntuales, que no entraban en ningún pronóstico. Por su parte, el papel en la Copa del Rey ha sido digno, a pesar de que Pellegrini no estuvo fino en el Camp Nou.

Bueno, ahora queda solo la Liga. Restan poco menos de tres meses para el final del campeonato, periodo donde todos los esfuerzos deben ir en la misma dirección, es decir, acabar entre los cuatro primeros. Ayer se dio un buen paso en La Catedral. Esa es la senda a seguir. Insisto en que deben hacerse fuertes en El Madrigal --donde la afición tiene mucho que decir-- y seguir dando zarpazos a domicilio. La brecha de siete puntos con respecto al quinto clasificado es considerable, pero habrá que pelear fuerte para marcar las diferencias con Atlético de Madrid, Sevilla y Espanyol.

Lo dicho, no hay que descuidar ningún tipo de detalle porque espera el Territorio Champions. Y todos los componentes de la plantilla amarilla son muy importantes para que esta temporada tenga un final feliz.