Una cosa es perder y otra cómo juegas. Rusia perdió ante España (4-1) pero, sin embargo, me gustó su apuesta. Rápidos, técnicos y valientes a la vez que inocentes atrás. Cuatro partidos después, pese a la juventud y la inexperiencia no ya de muchos, sino de todos sus futbolistas en grandes acontecimientos, sus fallos persisten básicamente en las jugadas a balón parado. Ofensivamente han mejorado tanto, que les lleva a defender mejor casi sin proponérselo.

De todas las selecciones presentes y ya ausentes, son los que dominan mejor un concepto que adoro: el de defender hacia delante. Su juego de posición, juntitos y siempre arriba, más su ritmo de balón, endiablado a veces, les da una doble ventaja. La de llegar antes y con menor desgaste arriba y, en fase defensiva, la para nada casual presencia de elementos en el sitio indicado que recuperan el balón. Al rival le queda tan lejos la portería rusa, que solo puede encomendarse a una contra perfecta. Y, como la del gol de Holanda a Italia (Gio-Kuyt-Sneijder), solo se da una vez cada mucho.