Podría haberlo hecho de forma vulgar, común, conformándose con acabar entre los tres primeros del Gran Premio de Japón. Al fin y al cabo, él termina en el cajón el 75% de las carreras que ha disputado en su vida. Lo tenía fácil. Con seguir a Dani Pedrosa (Honda), que se escapó de salida, y pegarse al colín de la Ducati de Casey Stoner, que le fue a la zaga, hubiese tenido suficiente para celebrar su octava corona, un mes antes de que concluya el Mundial, a falta aún de tres grandes premios (Australia, Malasia y Comunitat Valenciana).

Pero estamos hablando de Valentino Rossi, del hasta ayer heptacampeón, del piloto que ha ganado en cuantas categorías ha participado y con cuantas motos ha pilotado, del hombre que nunca tiene suficiente y del personaje que idea las más divertidas celebraciones. El Doctor quería ganar a lo grande, quería ganar ganando. Lo anunció el viernes, lo repitió el sábado y ayer lo hizo realidad: superó a Pedrosa transcurrido un tercio de carrera; fulminó a Stoner, pasado el ecuador de la prueba y utilizó el último cuarto de hora de carrera para saborear la fiesta que su club de fans había organizado para Motegi (Japón).

FELICIDAD SUPREMA Por qué retrasar la celebración si todo estaba a punto para Motegi. Además, se trataba de la mismísima casa de Honda, la fábrica que le despreció y que ahora sufre en su propio trazado la maestría del mejor piloto de todos los tiempos. "Si uno tiene a Rossi a su favor, lo único que puede pensar tras esta enorme conquista es que debemos de trabajar duro, muy duro, para darle su noveno y hasta su décimo título". Masao Furusawa, jefe supremo de Yamaha, lo dijo bajo el podio de Motegi. "Tú le das la moto y el hace el resto. Por difícil que sea, él lo logra", añadió Lin Jarvis, responsable del equipo Fiat-Yamaha.

Solo hubo carrera en la medida que quiso Rossi, que como es habitual nunca se puso nervioso y actuó como lo que es, un sensacional campeón. Tras su extraordinarios triunfos en Laguna Seca, Brno, Misano e Indianápolis, el Doctor quería completar su quinta victoria consecutiva y, seguro como estaba de conseguirlo, invitó a toda su familia, incluido su hermanastro Luca, piloto de minimotos que ya ha ganado más de una carrera. Era evidente que, por poco que pudiese, Rossi no iba a dejar escapar esta primera pelota de partido. Tanto es así que hasta lo firmó, en el más puro estilo tenístico, en el cristal de una cámara de televisión.

MOMENTO DECISIVO Colocado cómodamente en el balcón del grupito de salida, tercero tras Stoner y Pedrosa, el italiano dejó pasar las vueltas, consciente de que Jorge Lorenzo (Yamaha), que al final estuvo a punto de arrebatarle la medalla de bronce a Pedrosa (llegaron incluso a tocarse con sus motos en la última vuelta), le guardaría las espaldas. Se le veía cómodo, relajado, pilotando feliz, sabedor de que el escafoides de la mano izquierda de Stoner acabaría pasándole factura al todavía campeón e imaginando que el tri catalán todavía está tomándole la medida a los Bridgestone que lleva ahora.

Después de que Stoner y Rossi sorprendieran a Pedrosa en la misma vuelta, el italiano estudió minuciosamente el momento del adelantamiento al australiano, cosa que hizo, en una cerrada curva de izquierdas, aferrándose al manillar con fuerza, sacando su pierna izquierda a modo de intermitente, o apoyo, o trípode, para hacerle un impecable interior al campeón de Ducati.

Y, a partir de ese momento, todo el mundo bajó la cabeza. Pedrosa se cuidó de que Lorenzo no le bajase del podio, cosa que estuvo a punto de lograr en la última vuelta, y Stoner pensó, e hizo bien, que otro año será.