El Castellón dispuso de más oportunidades que en ningún partido para llevarse la victoria, pero a sus jugadores les faltó precisión y acierto, aunque otras veces pecaron de individualismo al no ofrecer el balón a compañeros mejor situados.

No hay que engañarse: si no fallaran esas ocasiones, no estarían en el Castellón. La diferencia entre la Primera y la Segunda División A estriba en algo tan sencillo como que uno, el de 1ª, suele marcar las ocasiones que tiene; el otro, el de 2ª A, necesita muchísimas más... y no siempre marca.

Por si le faltó algo al Castellón, se encontró con Rubinos Pérez, que no quiso pitar un claro penalti en el área bética, aún con empate a cero. Su actuación, siempre favorable al equipo de mayor entidad, la culminó expulsando a un jugador bético (Arzu) con tres tarjetas amarillas, algo que hasta ahora nunca había visto.

Hay que decir que la orquesta albinegra interpretó una buena partitura, destacando Pol y Zamora, que merecen más oportunidades; la habilidad de Perico; y la lucha de Nsue y Tabares. Pero tocaron sin director: faltaba Mario Rosas. Las cosas claras y el chocolate, espeso.