Esta es la situación del Atético de Madrid a 15 de marzo del 2009: eliminado de la Copa del Rey; apeado de la Champions League, séptimo en la tabla a cinco puntos del equipo que ocupa la cuarta plaza, que es el Villarreal, su rival de esta tarde; un conjunto que tiene una delantera de lujo, una defensa de feria y un centro del campo sin nadie a quien seguir, ya que el teórico guía cada vez que juega se autoexpulsa; jugadores acusados de falta de compromiso, jugadores que discuten con el entrenador. Al que había hasta hace poco aún le deben pitar los oídos de escuchar el "Aguirre, vete ya"; al entrenador que hay ahora, primero le quieren tirar al Manzanares por dejar al Kun en el banquillo, luego le quieren poner una calle por la exhibición en el Santiago Bernabéu y, a los pocos días, ya no se conforman con lo del río, y la propuesta unánime habla de echarlo en alta mar por no haber alineado a Forlán en Oporto.

Y que no se me olvide, también hay una cabeza bicéfala al frente de la entidad, la formada por Miguel Ángel Gil Marín y Antonio Cerezo, y ahí va a ser donde los aficionados van a señalar, a la cabeza del monstruo, como esto acabe mal. Este domingo 15 de marzo es un día inesperado para los colchoneros a tenor de las expectativas que se habían creado en torno al equipo antes de iniciarse la presente campaña. De perder en el encuentro de esta tarde en el Vicente Calderón se alejarían hasta a ocho puntos de los puestos de Liga de Campeones. Ante el Submarino, el Atlético de Madrid se juega la temporada prácticamente a una sola carta.