Capítulo primero: Diego Maradona dice en televisión que "así como está", Román Riquelme, el ídolo del Boca Juniors, "no me sirve" para la selección argentina. El entrenador asegura que lo quiere en los últimos 20 metros de la cancha, desequilibrando, y no pidiendo el balón a los defensas. Capítulo dos: Riquelme se para frente a una cámara y vuelve a renunciar al combinado nacional. Capítulo tres: Maradona jura que no quiso ofenderle, que trató de telefonear a Román y este no lo atendió. El Diego técnico anunció que no le volverá a convocar, a menos que pida perdón. La relación Maradona-Riquelme se ha convertido en un gran culebrón. No hay día sin un entremés con nuevos personajes.

El Maradona poscocaína tiene otra adicción: los medios. Necesita estar siempre. Un día puede hablar de la violencia en la sociedad. Al otro, expresar su malestar con Carlos Bilardo, mánager de la selección, o criticar a Julio Grondona, el eterno presidente de la Asociación Argentina de Fútbol. Pero el lío se armó al hablar de Riquelme.

Lo que Diego dijo de Román ya era evidente en el país: está lento. Pero pocos se fían de las verdaderas intenciones del técnico. De ahí la sospecha. Arruabarrena, que jugó con Riquelme en el Villarreal, está convencido de que tras el culebrón hay "algo que desconocemos".

Es un secreto a voces que las relaciones de Riquelme con otras estrellas (Messi, Agüero y Tévez) no es la mejor. Las suspicacias abundan: a Román no le cayó nada bien la dimisión de Alfio Basile, el anterior seleccionador, que lo mimaba por encima de Messi. Y, de otro lado, los chiquititos se pusieron eufóricos con la llegada de Diego.