Ganó en Hungría su único gran premio porque el alemán Michael Schumacher sacó su más sucio repertorio de maniobras para obstaculizar a Pedro de la Rosa. Pero el rácano palmarés en nueve temporadas para quien era la gran esperanza inglesa poco importa ya a Jenson Button. Ahora manda él, desde la pole de ayer en el circuito Australia, donde no alcanza la vista del último, Lewis Hamilton, el fenómeno inglés que arrinconó al ostracismo a su compatriota. Vaya cómo ha cambiado el cuento.

Claro que Button no está solo. Otro denostado, Rubens Barrichello, comparte la primera línea, dos coches blancos, símbolo de pureza, de ahí que solo Virgin (virgen), la empresa insignia del multimillonario Richard Branson, haya osado romper el inmaculado aspecto de los Brawn GP, los coches que están "en otro mundo", según Fernando Alonso. Nueve millones de libras parecen poco dinero por estampar el logo en el coche de moda. Es como si Ross Brawn solo necesitara ese dinero para añadir a los 35 millones que el equipo recibió como adelanto de los derechos televisivos y los 60 que Honda le entregó para evitar el cierre de la fábrica de Berckley, la de más trabajadores de la F-1, bajo sugerencia del gobierno inglés que permite la presencia de plantas japonesas en Swindon. No necesita más, lo gordo, el diseño del coche, ya lo pagó Honda el año pasado.

UN NEGOCIO REDONDO No solo dirigió el proyecto de un coche ganador, sino que Brawn se las compuso para quedarse en propiedad con el equipo. Bajo la amenaza de cierre, evitó la entrada en el capital de Bernie Ecclestone, pero le pidió un adelanto de los derechos televisivos. Más. Sorteó la oferta de Branson, pero le ha sacado unos millones de patrocinio. Y, lo más audaz, pidió 60 millones a Honda, las indemnizaciones por los hipotéticos despidos y se libró al tiempo de su perezoso motor para contratar el propulsor de Mercedes. Listo es, no cabe duda, aunque Flavio Briatore y la escudería Ferrari le consideren un traidor.

Brawn es su compañero en la asociación de constructores (FOTA), su responsable técnico y encargado de mediar con la FIA en el reglamento y aclararlo a los equipos. "No me ha gustado su comportamiento", comenta el jefe de Alonso. "No ha hecho su trabajo. Era él quien debía aclarar el reglamento a todos y nos hemos dado cuenta cuando ya era tarde". Alonso, pupilo de Briatore, no pasó del 12° lugar de la parrilla, pero saldrá 10° tras la descalificación de los Toyota sancionados por usar un alerón trasero "flexible". "Hemos encontrado el muerto, el arma, el culpable, y no es complicado para la FIA juzgar", dijo Flavio Briatore.