Cuando en el minuto 62 Villa recibió un incomprensible pase del capitán del Sporting Sastre, que le dejaba solo ante Lafuente, a El Guaje se le debieron de pasar mil cosas por la cabeza. Sus inicios en Mareo, donde recaló después de que para el eterno rival no sirviera por bajito. Quizás su debut en Segunda, contra el Córdoba en el último partido de la temporada 2000-01. Tal vez los 38 goles que ayudaron a mantener la categoría las dos temporadas posteriores, hasta que el club tuvo que venderle para seguir existiendo. Y la rueda de prensa en la que anunció que, aunque se fuera al Zaragoza, siempre llevaría al Sporting en el corazón.

Villa era consciente de que marcar ese gol era cruel, tanto por el fondo --hubiera supuesto el 1-3-- como por la forma, aprovechándose de un error garrafal del único futbolista con el que compartió vestuario en el Sporting. Por eso es posible que también se le vinieran a la mente sensaciones vividas, como los aplausos a los que tuvo que responder al salir a calentar. O que tuviera un recuerdo para los 2.000 esportinguistas que el sábado hicieron cola --algunos hasta seis horas-- para conseguir un autógrafo del asturiano.

Para su fortuna, una sombra apareció por su derecha. Según dijo después, David creyó ver a su tocayo y compañero Silva. Pero no era el canario, sino Neru, que alejó el peligro. Al final todo se quedó en una anécdota "graciosa", según El Guaje. Pero "graciosa porque hemos ganado, que si no...".

Antes, Villa había cumplido, marcando un penalti que no celebró. Su único gesto fue llevarse las manos a la cara, mientras sus compañeros le zarandeaban y se abrazaban a su alrededor. Y es que para David el de ayer no era un partido cualquiera. A los aficionados del Valencia no les molesta su esportinguismo. "Le honra", dicen. "Ni en sueños podía imaginar lo que he vivido en los dos últimos días", decía al acabar el encuentro con solo una espina clavada: la de no haber sido cambiado por un Unai Emery al que no debía de hacerle ninguna gracia tanta fiesta en torno a su jugador más desequilibrante y decisivo.