ATRANSCURRÍA el primer cuarto de hora de partido y ya flotaba la inequívoca sensación de que aquello iba a terminar como comenzó. El partido era lento y aburrido desde su inicio.

BTAMBIÉN quedaba claro que los amarillos se habían personado en el terreno de juego sin ideólogo, alguien que llevara los galones y asumiera la tarea de la creación en la medular.

CEN VISTA de lo que ofrecía el rival, el Valladolid fue tomando la iniciativa, y apuntó detalles mejores pero, aún haciendo las cosas mejor, era un equipo sin filo arriba. Pero, por lo menos, tenía una idea de juego.

DEL CENTRO del campo del Villarreal estuvo negado en la construcción del juego, sumando uno tras otro una ingente cantidad de pases horizontales carentes de toda profundidad.

EPERO tampoco se brillaba en la brega y la recuperación. Álvaro Rubio y Borja impusieron su ley ante unos desconocidos Bruno y Eguren. Los dos pivotes locales recibían sin ser encimados, controlaban, oteaban el horizonte y buscaban el pase.

FMOVIENDO bien el balón, siempre encontraban a Pedro López, que percutió una y otra vez por su banda y nadie fue capaz de echarle una mano a Capdevila.

GREALMENTE, Diego López no llegó a sufrir, pero la falta de intensidad de sus compañeros concedió a los contrarios un buen puñado de posibilidades de disparo desde la media distancia.

HPOR SORPRESA, o no, Manuel Pellegrini no cambió nada en el entretiempo. Hubo un par de ocasiones amarillas, la más clara para un negado Rossi, pero fueron tan solo espejismos, porque faltó continuidad y no se llegó a controlar el choque con la autoridad necesaria.

IHABÍA que agarrarse a algo y, como una bendición, llegó el penalti y la expulsión de Bea, pero el mal momento y las miserias amarillas alcanzaron su máxima expresión en el desafortunado lanzamiento del delantero italiano Rossi.

JPESE a la inferioridad numérica, durante algunos minutos el Valladolid aún mantuvo el tipo, pero luego ya cedió terreno y el Submarino se volcó aprovechando la inercia del partido.

KIBAGAZA entró cuando el partido expiraba. Su presencia fue necesaria mucho antes. Por sus características, tal vez era el único jugador del Submarino capaz de aportar chispa a un equipo plano en su juego y a un encuentro cuyo resultado parecía cantado ya desde el inicio.