El Barça lleva toda la temporada peleando para vivir una semana tan bestial como esta. Cualquiera querría estar en su sitio. El Chelsea, por ejemplo, al que la Premier le queda ya demasiado lejos, o el Madrid, que perdió de vista la Champions hace tiempo, chorreado por el Liverpool, y que se aferra a la Liga con una desesperación que tiene algo de sobrenatural. El Barça, su enemigo común, está en todas partes. No tiene nada que temer. Solo le queda seguir por el mismo camino y disfrutar. Mañana, en el Camp Nou, y el sábado, en el Bernabéu.

El liderato está a salvo por más que el Madrid ande empeñado en complicarle la vida, tocado como está por una especie de varita.

Total, que la eterna distancia de seis puntos ha pasado de largo y la Liga es más que nunca un mano a mano. Unos y otros están, ahora sí, a tocar. Cuatro puntos. El Madrid, que salió del Camp Nou a 12, sigue vivo. Quién iba a decirlo. Es milagroso. Desde el clásico (13 de diciembre), en el debut de Juande Ramos, solo el Barcelona le ha derrotado. Sus números son asombrosos: 52 de 54 puntos. Su juego deja mucho que desear y no resiste comparación con el azulgrana, pero, a lo tonto a lo tonto, ahí están.

PERDÓN PARA HIGUAÍN Y no tienen nada en qué pensar que no sea el Barça. El sábado, se juegan continuar con sus cuentas. Solo les vale ganar. La Liga sigue en manos azulgranas gracias, sobre todo, al gol de Henry en Valencia. Un valioso empate que algunos, desde la capital, intentaron minimizar recurriendo otra vez al villarato. La cosa es hacer ruido.

Ha llegado un punto en que hace gracia. Y más cuando no están para dar ejemplo. Ayer, sin ir más lejos, a Higuaín --que pudo jugar gracias a que le habían retirado la tarjeta-- tuvo que ver la quinta sin apelación que valga por una dura entrada. Se la perdonaron. A conciencia. Jugará el clásico de la Liga, aunque tampoco es para echarse a temblar.

Pero, mientras que el Madrid no tiene nada que hacer hasta las ocho de la tarde del sábado, el Barça está obligado a desconectar. Y en eso está. Mañana, le espera el Chelsea, un viejo enemigo que parece el de siempre sin serlo. No está el portugués José Mourinho, la figura que agitó las dos últimas citas y que llevó la eliminatoria al terreno más pasional.

Esta vez, el duelo llega en silencio y en un clima de mutuo respeto. Guus Hiddink, el hombre que pudo sentarse en el sitio de Rijkaard, es un devoto del estilo azulgrana. Por el mismo motivo pocos como él conocen los secretos de ese mecanismo. En la Eurocopa, con Rusia, destrozó a la Holanda de Van Basten.

DESPEDIDA DEL CAMP NOU La Champions se despedirá mañana del Camp Nou, pendiente de citarse más adelante en Roma. Guardiola alzará hoy otra vez la voz para reclamar a la afición que juegue su papel, como hizo ante el Sevilla. Y no fallará. El estadio vivirá una de esas grandes noches europeas. Sin reservas. Ni en la grada ni en el campo. Guardiola no está para pensar en el Madrid. Ya llegará. Ni Messi.

Si alguien tiene la Champions en la cabeza es Leo. Es el máximo goleador, el hombre del torneo, obsesionado con dejar su huella en Europa, empeñado en ganar el duelo que libra en la distancia con Cristiano Ronaldo. A Messi, como a todos, les espera ahora acabar este hermoso viaje por la Liga y por Europa. Les queda un doble esprint final que se inicia en esta semana bestial. Pero también tienen el doble de ilusión para consumar con un sobresaliente el camino de éxitos recorrido durante toda la temporada.