El Barça ya está más cerca de la copa que busca desde hace tiempo, la sexta, la que le falta para cerrar el círculo y colocarla de una vez por todas en el museo, pero le queda un último paso y tendrá que pelearlo el sábado con el Estudiantes. Ayer, el Atlante le dio un bofetón y le obligó a comportarse como el campeón que es para no morir en la orilla. La remontada (3-1) llegó a lo grande, con el balón en los pies y empujado por tres jóvenes de casa: Busquets y Pedrito, que han pasado de 3ª a Abu Dabi, y un Messi genial que puso la sexta y revolucionó el duelo. El primer balón que tocó lo convirtió en gol.

En cuanto Messi salió a calentar, el público empezó a corear su nombre. Ya no hace falta que se lo recuerde a nadie, como hace poco cuando lo repetía en un anuncio. Hoy tiene el mundo a sus pies y él hacer honor a esa admiración. Cuando entró en el campo era fácil imaginar que algo ocurriría. Desde luego, no tan pronto. En un minuto, el Barça ya ganaba. Bastó una conexión con Ibra para que la Pulga mandara el balón a la red. Tan fácil y tan difícil. La gente enloquecía y el nombre de Messi resonaba con fuerza. "Sin Messi, el Barça es el mejor equipo del mundo; con Messi es de otra galaxia", proclamó con admiración el técnico mexicano, José Guadalupe Cruz.

Ya no había nada que temer. Las puertas de la final se abrieron, y por lo que costó hay que darle aún más valor. Porque no fue fácil. Guardiola ya advirtió del peligro que entraña pasar por encima de un partido antes de jugarlo. A los cinco minutos, esas palabras retumbaron en los oídos de aquellos que ya vivían en el sábado, esperando que Barça y Estudiantes salieran por el túnel y empezara la final. Un balón largo del portero, un error de Márquez, Alves en Babia, Valdés que se precipita, una vaselina, un toque de Rojas y, ale, el rey de todas la copas con cara de bobo. Quedaba un mundo por delante, pero qué manera de complicarse la vida.

CAMBIOS DECISIVOS Guardiola no engaña y bastaba verle la cara para saber que las cosas no marchaban. Algo chirriaba, ya casi desde la alineación, con la entrada de Márquez, se diría que en un detalle del técnico por su condición de mexicano, dándole unos galones que ha perdido.

En la grada, sin apenas mujeres, y que tuvo con mucha diferencia el mejor aspecto (40.000 personas) de un torneo despoblado hasta ahora, no había discusión. El Barça es el preferido y los gritos de ánimo no tardaron en escucharse, una escena que se repitió una y otra vez, como si se jugara en el Camp Nou.

Habría sido demasiado duro haber llegado tan lejos para quedarse a medio camino. Así que el Barça acabó cumpliendo el papel que le corresponde. Sergio Busquets dio la tranquilidad, en un córner, y Pep Guardiola puso al equipo del derecho con la entrada de Messi y Piqué. El campeón tuvo mejor aspecto y todo fue rodado. El marcador se quedó corto, pero el público se lo pasó igualmente en grande ante el recital de toques y ocasiones. El Atlante jugó con la cabeza alta, con una valentía que casi nadie se atreve a poner en juego.

La profecía del Indio Solari se cumplió. No murieron con una flecha en la espalda, murieron con una flecha en el pecho. No parece que el Estudiantes vaya a seguir el ejemplo. Pero el Barça no dejará de disparar.