Cada mes de noviembre juegan con los delfines en las transparentes aguas de Curaçao. Van con sus amigos y se divierten como chiquillos. El único peaje que deben pagar Alberto Contador y Andy Schleck es participar en la Amstel Curaçao Race e intentar ganarla. Tan solo eso. El resto de la semana es para jugar, tomar el sol y pasárselo bien. Allí nació la amistad que una avería provocada por un error del luxemburgués a la hora de cambiar de desarrollo estuvo a punto a punto de fracturar.

En un Tour 2010 que no está siendo por ahora proclive a ataques legendarios, donde afortunadamente no se produce ningún escándalo de dopaje, la polémica ha quedado servida en el instante en el que Contador pasó a la ofensiva aprovechando la avería de su máximo rival. El ciclista español atacó a conciencia. Era su obligación. Lo hizo cuando observó un extraño en la bici de Schleck, el lunes, a dos kilómetros de coronar el puerto de Balès. La carrera estaba lanzada y habría sido un escándalo en toda regla que el líder del Astana se hubiese parado a esperar a su contrincante. Sin embargo, el público francés reunido en la meta de Bagnères de Luchon no lo entendió así y pitó a Contador cuando le ponían el jersey amarillo en el podio. Este episodio se repitió ayer en Pau.

CALMAR A LA PRENSA // El lunes por la noche, el conjunto Astana pernoctó en Vaquèira, en el Val d’Aran. Contador se conectó a internet y comenzó a leer en los foros especializados, en su Twitter, en su Facebook y en páginas de la prensa internacional críticas desmesuradas, muchas fuera de tono, contra su ataque en Balès. Por esa razón, poco antes de medianoche, grabó un vídeo en el que afirmó que su ataque no fue correcto y se disculpó con su amigo Schleck, al que llamó por teléfono. Este cambio de opinión solo tenía un objetivo: calmar a la opinión pública internacional, a pesar de que excorredores franceses de peso como Bernard Hinault y Raymond Poulidor aplaudieron su acción en Balès. Incluso su exdirector y ahora técnico del RadioShack de Lance Armstrong, Johan Bruyneel, se decantó en favor de su excorredor.

El ataque de Contador no fue un error. En cambio, sí lo fue reconocer que cuando demarró no se percató de la avería de Schleck. “Lo que hice no va conmigo. Tengo una excelente relación con Schleck y no quiero que se rompa. Hemos hablado en carrera y no permitiremos que se destroce nuestra amistad”.

AMIGOS PARA SIEMPRE // Buenas intenciones, como las de Schleck, que al finalizar la etapa cogió el micrófono. Miró fijamente a la cámara de la televisión francesa y dirigiéndose a los aficionados locales les imploró: “¡Dejad de silbar a Contador!”. El jersey amarillo, que estaba junto a él, también le respondió: “Andy, te lo agradezco”. Amigos para siempre. Pero el ciclismo que se ha visto siempre, hasta que a Jan Ullrich le dio por esperar a Armstrong en las cuestas de Luz Ardiden cuando el tejano se estampó contra el suelo al tropezar con Iban Mayo, al que se le había enganchado la tela de una ikurriña en la rueda, era distinto a un equivocado concepto de fair play. En aquella etapa, año 2003, Ullrich decidió levantar el pie. ¿Y cómo se lo agradeció el tejano? Pues atacándole y ganando la etapa. Ayer mismo, Robert Gesink pinchó a falta de 10 kilómetros para la meta. ¿Se paró el pelotón? No lo hicieron ni sus compañeros del Rabobank. H