Quien va al gimnasio tres veces por semana y usa la instalación durante 50 minutos por día –no se queda en la cafetería, sino que corre en la cinta estática, pedalea en una bicicleta, maneja máquinas de musculación o nada en la piscina–, es un deportista. Ese individuo hace un esfuerzo muscular y activa su corazón hasta los límites que su voluntad decide. Umbral que puede ocultar una lesión cardiaca que, sin previo aviso, le cause muerte súbita por infarto de miocardio.

Sin dejar de reiterar que la práctica de deporte fortalece el corazón y la salud, cardiólogos autorizados en el tema proponen regular legalmente la exigencia de alguna prueba diagnóstica –un electrocardiograma, entre otras– a los ciudadanos que mantengan una pauta de ejercicio físico regular. Incluidos escolares.

En Cataluña, por ejemplo, son más de 600.000 las personas que hacen deporte cada semana, calcula Josep Brugada, cardiólogo del Hospital Clínic de Barcelona, que intenta incorporar, en la futura Llei General de l’Esport, el requisito de que los socios de cualquier instalación deportiva, certifiquen que su corazón ha superado un mínimo control. Propuesta respaldada por la Direcció General de l’Esport, pero no por la Conselleria de Salut, que estima excesivo obligar a un electrocardiograma a todos los ciudadanos que hacen ejercicio físico, aunque la prueba se la pague cada uno. “No todas las causas de muerte súbita se detectan en un electrocardiograma”, argumenta.

COMO EUROPA // Los especialistas de la Unitat de Cardiología Esportiva del Hospital Clínic sostienen que España debería equipararse a los países del entorno europeo, regulando la actuación médica de las instituciones que acogen a la población que practica ejercicio físico. La propuesta es, al menos, hacer un electrocardiograma y una exploración física. Ahora mismo, todo es voluntario.

Controlar el corazón a esos cientos de miles de deportistas supondría un “esfuerzo económico” elevado que no compensarían los resultados, opina un representante de Salut. “No encontraríamos nada en un 99% de esos electrocardiogramas y, además, no creo que evitaran la mayoría de muertes súbitas. Salvar una vida no tiene precio, pero no todo se puede prevenir”, añade.

Otra clave es interpretar un electrocardiograma: ¿quién lo hace? “Debería ser alguien con criterio y preparación, pero no podemos pretender que los cardiólogos se dediquen a analizar a los deportistas”, cuestiona Brugada. El hecho es que, en estos momentos, una gran parte de la población hace deporte, además de los escolares. “Si no identificamos quien oculta una anomalía cardiaca, de vez en cuando nos encontraremos con un niño que se nos muere jugando a fútbol; o con un adulto que sufre una muerte súbita que nadie había detectado”, avisa el cardiólogo.

En la actualidad, cada instalación o club deportivo, incluídos los de alta competición, deciden, de forma unilateral, si al ingreso de un nuevo socio, se le solicita algún diagnóstico médico. Muy pocos centros no federados piden un electrocardiograma o una prueba de esfuerzo. Quienes sí lo hacen, se dan por satisfechos con que un facultativo de cualquier especialidad certifique esa revisión médica. Entretanto, escuelas e institutos han incorporado la práctica regular de deporte, además del aspecto meramente competitivo. “Algo habrá que hacer”, coinciden todas las partes. H