El Castellón está muerto. Los jugadores orelluts son cadáveres andantes. Las alarmas, por si no se habían puesto en marcha ya, van a todo gas, acompañadas de sirenas. El albinegrismo ha pasado de mirar al cuarto clasificado, que da acceso a los play-off de ascenso, a fijarse en el puesto 15º, el primero de los que libran cualquier tipo de problema. La cuarta derrota consecutiva les mete en zona de descenso, en otro ejercicio de impotencia mayúsculo, un quiero y no puedo sonrojante.

Ni siquiera una circunstancia tan revitalizadora como un cambio de entrenador, que suele actuar como revulsivo aunque sea por el plus que aportan los jugadores, sirvió para que el Castellón reaccione. Más bien todo lo contrario, porque el equipo firmó, con permiso de la humillante derrota en Lleida, la peor imagen posible. Ahora resulta que el problema está en la deficiente preparación física de Jordi Vinyals y sus ayudantes, lo cual ha provocado un bloqueo generalizado. Lo reconoció su heredero, Juan Casuco y sus nuevos discípulos asienten. El caso es que por encima del grado de culpabilidad en el desastre global del proyecto de José Laparra y el resto de integrantes del consejo de administración, por encima de las equivocaciones del de Cardedéu, algo habrá que exigirles a los futbolistas, que podrán ser mejores o peores, pero que tienen acreditado un currículo en la categoría que, por ahora, brilla por su ausencia en Castalia.

lo que mal empieza... // El Castellón no tuvo fútbol, no tuvo espíritu, no tuvo nada. El Alicante, un conjunto justito pero solidario en el esfuerzo, le dio un soberano repaso. De principio a fin.